viernes, 17 de febrero de 2012

De la politiquería prime time a la construcción de la patria: la disputa por el sentido de la política


Los medios dominantes vuelven a la carga para reavivar el fuego de un supuesto antagonismo que atravesó la sociedad argentina en las últimas décadas: la política y los políticos versus la sociedad

Lo hacen a través de la manipulación de hechos recientes: el debate acerca de la explotación minera es el ejemplo más claro, pero también pueden considerarse el reciente aumento de sueldo que se dieron los legisladores del parlamento nacional.

Lo curioso, en este caso, es que los medios dominantes (artífices, propaladores y uno de los principales beneficiarios de la caída del sistema de representación institucional) no están solos en esta cruzada: algunos sectores del gremialismo e incluso del arco político acompañan con particular fruición la avanzada sobre la política.

La estratagema que utilizan es opaca y lineal, pero no por eso pierde efectividad. La elipsis comienza por un hecho puntual que es tergiversado mediante artilugios semánticos para cargarlo de sentidos, aunque siempre en un pretendido formato aséptico, "objetivo", "INDEPENDIENTE"; el mecanismo se completa con lo no dicho, con el meta mensaje, que siempre estará prolijamente umbilicado al sistema de representaciones simbólicas que cimentaron la república burguesa parlamentarista -cuando fue necesario-que, desde 1976 sin interrupciones hasta el 25 de mayo de 2003, estableció con crudeza los límites para el arribo, desarrollo o expulsión de los actores y de las subjetividades que tensionan para mantener ese equilibrio.

Ese equilibrio, el que el bloque de clases dominantes bendijo, es aquel que concibe a los trabajadores como un elemento necesario; débilmente necesario para mantener la productividad de ciertos sectores (sobre todo el agroexportador). Pero bajo ningún punto de vista, los trabajadores pueden ser objeto de empoderamiento. Exactamente todo lo contrario. Por eso, las continuas políticas de debilitamiento de sus derechos y pauperización de condiciones laborales (prohibición de la actividad sindical, intervenciones, colonización; luego, flexibilización, entrega), sumado a la estigmatización de las expresiones de organización de los trabajadores que se realizó desde el dispositivo de medios dominantes.

Todo ello tenía por objetivo central evitar que los trabajadores y su organicidad conformen un polo de poder, un sujeto social y político capaz de confluir con las capas medias, por ejemplo. Los trabajadores debían ser parias, sujetos de derechos expoliados, átomos son filiación. Y cualquier expresión de organicidad, fue caracterizada como un contubernio de potenciales delincuentes. Eliminar todo esbozo de confluencia entre las demandas e ideas de los trabajadores y las capas medias. Lo lograron durante mucho tiempo.

En ese mismo equilibrio, la política y los políticos también fueron otro de los blancos. El objetivo de la última dictadura militar (1976-1983) fue claro: desterrar derechos constitucionales para barrer con toda actividad política porque en ese ámbito era donde se fortalecían lazos que fortalecían el poder popular. Arrasaron con todo eso, y el regreso de la democracia encontró una dirigencia pobre, diezmada, que sería fácilmente cooptada para actuar como gerente de intereses concentrados.

Por estos días, los escribas de los poderes opositores a la política buscan instalar otro sistema de representación o equilibrio: ecologistas (eufemismo, abstracción, construcción apurada) y medios independientes resistiendo ante un Estado predador (la política), desembozado en su búsqueda de alzarse con el botín (esa lógica destructiva es referenciada en los dirigentes del Kirchnerismo).

La batalla política que dio el bloque de clases dominantes entre 2009-2011 (luego de las elecciones legislativas), representada en los medios opositores a través de los cuales impulsaron, uno tras otros, a los supuestos patriotas que vendrían a salvarnos del designio totalitario de "los K", esa batalla la perdieron por goleada: 54%.

Entonces, cambiaron su estrategia: desistieron de intentar insuflar a alguno de los escuálidos "cuadros" de la oposición para encarnar en alguno de ellos su programa de gobierno (porque esa es otra de las características de la politiquería trending topic que impulsaron: una figura, una cara, un nombre es lo que buscaron, en detrimento de las identidades colectivas que pueden forjar los partidos, por ejemplo), para volver al viejo y eficaz estratagema de dar la batalla política en las márgenes de la política, si se quiere.

Es decir: encontrar un conflicto (supuestamente, megaminería vs. Gobierno Nacional; antes fue Campo vs. Kirchnerismo), crear un sujeto social que lo sostenga (ahora los ecologistas, en 2008 los campestres que eran un eufemismo para ocultar los intereses de las cámaras patronales de los agronegocios) y, por supuesto, un enemigo que, claro, es el enemigo de los derechos del Pueblo que, off course, son defendidos por el periodismo independiente. Ese enemigo está claro que siempre fue la política y los políticos, encarnados por Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner desde 2008.

Por estas horas, los medios dominantes arrecian con esta estrategia mientras una parte del arco político opositor actúa como caja de resonancia, en pleno desarrollo de politiquería prime time en las pantalla amiga de TN.

La megaminería, o el aumento de sueldos de los diputados son una excusa para los CEO’s de algún multimedio o para ciertos “políticos” (en realidad, y para dar una batalla completa por las subjetividades, deberíamos llamarlos burócratas en el sentido que los definió Eva Perón: un hombre dispuesto a servirse del puesto y no a ponerse a servicio de el).

Pero el tema del desarrollo minero y el de la distribución de la riqueza son tópicos muy ricos y acerca de los cuales todos los argentinos deberíamos comprometernos a dar debate profundo. Pero es necesario que ese debate se de por encima de las lógicas lineales y reduccionistas que sobre determinan el accionar de los medios dominantes (impulsados por intereses económicos y políticos, claro). La razón es sencilla y clara: si para algún poder concentrado enfrentado con el Gobierno Nacional, y para los politiqueros trending topic, estos temas son excusas, para diversos sectores de la sociedad civil, las organizaciones libres del Pueblo, para buena parte del arco político, para los trabajadores, para muchos industriales y empresarios, para los tipos y tipas de a pie, estos son temas medulares que merecen ser abordados desde la seriedad que implica la construcción de un país mas justo, inclusivo, de desarrollo sustentable.

Claro: no se trata de un cuentito para niños, tal como parecen presentar la historia, el presente y sus complejidades los medios opositores y sus satélites (burócratas e intelectuales con micrófono abierto). Se trata, siempre, del laberinto que significa la política: atender necesidades y demandas, darles un ordenamiento y un sentido. Lograr un equilibrio.

El reaseguro que poseemos los argentinos en este tiempo histórico es, precisamente, la política. Fue esa la herramienta que, desde el 25 de mayo de 2003, posibilitó la inclusión de millones de argentinos que habían sido expulsados a las márgenes de la dignidad: trabajadores, jubilados, jóvenes. Fue la política, la herramienta sobre la que se reconstituyó un Estado benefactor y sobre la que se asentó un Gobierno que, con la preeminencia de la política, subordinó la economía para ponerla al servició de intereses populares.

Al contrario de lo que profetizan los medios opositores, la política es parte de la solución. Los partidos de la oposición deberían poder hacer esta lectura; podrían ocuparse en “correr” a este Gobierno por derechas o por izquierdas, pero aferrados a la política, a las bases ideológicas y programáticas que fortalecieron partidos como la UCR o el socialismo. El Kirchnerismo es el ejemplo: se puede debatir y objetar matices, o la columna vertebral de las formas y fondos del Gobierno. Pero, finalmente, la historia tendrá reservado un lugar de privilegio para este proyecto porque, justamente, fue profundamente político. Y por añadidura, transformador, revulsivo, inclusivo, generador de oportunidades. Y si no les interesa la historia, y la oposición desea ser pragmática: el Kirchnerismo, con la política como ariete, acaba de ganar las elecciones presidenciales con el 54% de los votos de los argentinos. 

Un debate político de intensidad y densidad ayudaría a conformar un tablero completo: a la primacía política que hoy mantiene el Kirchnerismo, se le sumarían expresiones políticas reales que sean a la vez que contrapeso, el complemento necesario que prevé la democracia y que necesita un sistema político superador. Ese ejercicio sería revitalizante para el gobierno central, que mostró su mejor versión cuando fue exigido por las condiciones coyunturales (crisis internacional 2009-10, derrota legislativa 09). Siempre, cuando lo “tirotearon” con consignas y operetas, cuando desde los medios se construyeron escenarios desfavorables, el Gobierno fugó hacia adelante con medidas de corte progresista, inclusivas, reparadores, populares: reestatización de jubilaciones, Asignación Universal por hijo, Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, por ejemplo.

Cuánto mejor sería un mosaico similar, pero en el que en vez de “tirotear” al Kirchnerismo desde la vacuidad de la politiquería prime time, los partidos opositores condicionen al gobierno desde la densidad constitutiva de la política, desde la complejidad de su contenido ideológica, desde la fuerza de la ideas que son el núcleo de su historia y desde la potencia que implica una visión de país.

Solamente de esa manera, y no de otra, se convertirán en opciones verdaderamente potables a la hora de la elección. De esa manera, asimismo, exigirán la mejora cualitativa del Kirchnerismo.

De esa manera, entonces, la política con mayúsculas comenzará a imponerse a las lógicas predadoras y auto referenciales no sólo del poder bélico comunicacional, sino de sus verdaderos jinetes que son el bloque de clases dominantes. Ese debe ser el reaseguro de los ciudadanos y de la clase política: la búsqueda del equilibrio (las prerrogativas de las clases dominantes balanceadas con los intereses populares; que el rumbo de la patria no sea solamente marcado por las lógicas del capital desembozado) sea tamizado por la política. Hasta acá, el Kirchnerismo hizo enormes esfuerzos para ser un contrapoder eficiente, que aporte un salto cualitativo. Pero es necesario, a esta altura, el aporte de todo el arco político. Esa es la única forma de fortalecerse y, si se quiere, un reaseguro: aislar las lógicas demenciales de poder fáctico porque, al fin, siempre estará dispuestos a servirse de tu cabeza, amigo dirigente.
 





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