martes, 13 de abril de 2010

CARLOS CHEPPI: UN MODELO BASADO EN EL PEQUEÑO AGRICULTOR, LA AGROINDUSTRIA Y LA COOPERACIÓN

(ARTÍCULO DE CARLOS CHEPPI PUBLICADO EN EL DIARIO EL ARGENTINO)




Desde la salida de la convertibilidad, la Argentina ha comenzado a recorrer un camino de crecimiento económico sostenido y de transformación de su matriz productiva. El patrón de acumulación adoptado, basado en un tipo de cambio competitivo y estable, y las condiciones externas muy favorables para el sector exportador, posibilitaron el diseño de un entramado macroeconómico de marcada solidez relativa. Así, se atendió en forma preferente a la emergencia socio-laboral sobre la base de políticas de transferencia intersectorial de fuente agraria y petrolera, que tuvo por destino un sector industrial de mayor flexibilidad empleo-producto. La crisis financiera internacional trastocó la cara externa de este entramado, pero en virtud de sus características intrínsecas y de medidas contracíclicas adoptadas oportunamente, los efectos internos fueron reducidos en comparación con las principales economías del mundo.




En efecto, el proyecto de Nación impulsado a partir de la presidencia de Néstor Kirchner y actualmente de Cristina Fernández, supone la intervención racional y democrática del Estado en todos los órdenes de la vida pública, sobre una base productiva diversificada, con inclusión social.

Con la idea de una Argentina libre, justa y soberana como guía, el mayor desafío al que nos hemos enfrentado desde la gestión es el de poner todas las instituciones públicas al servicio de ese proyecto.



Se trata, en definitiva, de una transformación paulatina del modo de producción y de los sujetos públicos y privados que componen el campo político y económico de nuestro país.



Un buen ejemplo de esta perspectiva fue nuestra experiencia en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria. En el período 2003-2008 el Gobierno nacional quintuplicó su presupuesto, a la vez que se duplicó la planta de personal profesional, técnico y de apoyo, reduciendo sensiblemente su promedio de edad. Esta tendencia continúa en la actualidad. Por otra parte, además de la continuación de las tareas tradicionales de capacitación, investigación y extensión, se puso énfasis en programas específicos para la agricultura familiar, la mecanización agrícola y la cooperación internacional, entre otros. Vale decir que partiendo de las fortalezas naturales y productivas del sector agropecuario y en virtud de su extraordinaria riqueza e innovación, se ponderó a los pequeños productores –pilar del abastecimiento interno de alimentos–, la agroindustria –el agregado de valor en todos sus niveles– y la cooperación entre países en de­sarrollo.



Es decir que en contraposición al paradigma neoliberal, que redujo y desprestigió al Estado a niveles devastadores y –en palabras de un emblemático ministro de Economía– envió a los científicos a lavar los platos (cuando no los expulsó del país), el actual modelo se ha propuesto, con resultados esperanzadores, reconstruir las instituciones públicas en función del desarrollo y la redistribución de sus beneficios.



Continuando la línea de trabajo iniciada en el INTA, pero ampliando sus alcances, hemos sumado nuestros esfuerzos al Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto (MRECIC), en el marco de la promoción de exportaciones e inteligencia comercial.



De acuerdo con nuestra perspectiva, la cooperación técnica y económica entre nuestro país y otros con niveles de desarrollo similares constituye un posicionamiento estratégico en la determinación de escenarios globales futuros. Así, tanto la transferencia de capacidades a través de intercambios cooperativos en conocimiento, cualificación, recursos y know how tecnológico; como la racionalización, diversificación y dinamización de las corrientes económicas, son la oportunidad para lograr crecimiento y desarrollo sostenidos, a la vez que integración. La promoción comercial no queda excluida de este contexto y de hecho en su inclusión reside la gran conveniencia para nuestro país, siempre y cuando se respeten los principios de horizontalidad, consenso y equidad que deben regir en las relaciones de cooperación.



¿Cómo se plasma esto en acciones específicas? Pongamos por caso la industria de la maquinaria agrícola. En la Argentina, el sector agropecuario tuvo un de­sarrollo tecnológico formidable que ha redundado en aumentos significativos de la productividad y, con ella, de la actividad industrial vinculada directa o indirectamente.



La diferenciación en el mercado internacional estaría precisamente en el know how de ese conocimiento agronómico productivo. Pero lo que se pretende es diferenciarse en máquinas y, para ello, se apuesta al capital del conocimiento de, por ejemplo, la siembra directa, de la agricultura de precisión, del almacenaje de granos en bolsas plásticas con atmósfera controlada, entre otras cosas. Cuando visitamos un país para explicar las ventajas de adoptar alguna de estas innovaciones (en términos de productividad, sostenibilidad ambiental, etcétera), lo hacemos con la perspectiva de favorecer la inserción de la industria nacional como proveedor para esa producción.



Los resultados están a la vista: con fuerte apoyo estatal, la industria de la maquinaria agrícola ha construido una red público/privada que mejoró el perfil competitivo en el mercado interno y hoy exporta a más de 22 países del mundo (Venezuela, Uruguay, Rusia, Bolivia, Ucrania, Kazajstán, entre otros). Además del crecimiento del valor de las exportaciones (1700% entre los años 2002 y 2008) se avanzó significativamente en la cantidad de empresas exportadoras del sector (aproximadamente, de 20 a 100 empresas). La industria de la maquinaria agrícola genera unos 40.000 puestos de trabajo directos, más otros tantos indirectos y constituye una excelente herramienta de desarrollo de valor agregado en origen, dado que las fábricas se localizan en el interior del país (47% en Santa Fe, 28% en Córdoba, 18% en Buenos Aires).



Para continuar con el crecimiento de esta y otras industrias nacionales, hemos presentado un proyecto que a nuestro juicio se constituirá como una poderosa herramienta para el logro de los objetivos de cooperación y promoción: las Unidades Productivas en el Exterior.



Las Unidades Productivas en el Exterior (UPE) se implementaran en países de igual o menor de­sarrollo relativo que la Argentina, abarcando un área de entre 300 y 500 hectáreas. La superficie se dividirá para implementar la mayor cantidad posible de actividades agropecuarias y agroindustriales de acuerdo con las características agroecológicas y la capacidad instalada del país destino. Se producirá con bienes de capital y tecnología argentina en todos los niveles y se garantizará la permanencia de técnicos para el sostenimiento de la UPE y la capacitación de técnicos locales.



La fortaleza de las UPE es que se constituyen como polo tecnológico y centro de exposición permanente de productos argentinos. Por un lado, es una formidable oportunidad para el país destino en tanto ofrece tecnología que, de adoptarse, mejoraría tanto cualitativamente como cuantitativamente la producción agoalimentaria local (contribuyendo a la soberanía alimentaria, entre otras cosas); por el otro, representa una vidriera para la industria argentina.



Hemos considerado que la apertura de nuevos mercados internacionales para nuevos actores es un paso necesario en el fortalecimiento del entramado productivo que ha comenzado a tejerse en vigencia del actual modelo económico. El extraordinario crecimiento que han experimentado gran cantidad de pequeñas y medianas empresas debe ser continuado en su internacionalización. Este proceso abre nuevos desafíos, pero representa la consolidación de las PyME como actor principal de la economía argentina: en cada producto exportado por ellas se exporta trabajo, conocimiento y desarrollo territorial armónico.



* Embajador plenipotenciario de Asuntos Agrícolas del Ministerio de Relaciones Exteriores
 

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