"Nestor, mi buen amigo/llename el tanque q el petroleo
es argentino/Se cumple un sueño: la expropiación/Y que la chupe el gorila de
Rajoy". Un militante en Twitter.
En el libro La historia desbocada, José Pablo Feinmann
destroza el paradigma filosófico hegeliano que dominó la década del sesenta: el
sentido dialéctico de la historia. Incisivo y hasta irónico, el filósofo (desde
los medios concentrados le ponen el mote de "filósofo K"; desde
muchos sectores del peronismo lo tildan de gorila; y el se reivindicó cómo
"K"... pero de Kierkegaar, Kant y Kafka. En fin.) afirma que el
sentido que la historia tenía en esos años (la marcha irrefutable hacia el
socialismo) se pegó un palo terrible contra la realidad.
"Hubo un tiempo en que la historia tenía un sentido.
Crecí en medio de ese tiempo (...) No sólo valía la pena luchar por el
socialismo porque uno creía en él, sino porque no hacerlo era aislarse de la
línea en que la historia progresaba (...) Si uno se hubiese atrevido en ese
tiempo a arrojar un concepto como la historia desbocada, no se habría librado
de una buena paliza conceptual '¿De qué hablás? ¿Te querés hacer el loquito? La historia no está
desbocada. La historia es un proceso necesario, racional, inmanente a sí mismo.
La historia tiene un desarrollo lógico y un sentido. Y ese sentido es
dialéctico. La historia deviene dialécticamente. ¿O no leíste a Hegel, animal''".
Si el liberalismo y el capitalismo financiero arruinaron la
dialéctica hegeliana, qué decir del destrozo que el neoliberalismo propició en
Argentina. La gloriosa JP nunca pudo confluir con los sectores medios y los más
vulnerables, el Brujo ganó la pulseada (aunque se fue) y la dictadura militar
burguesa se aprovechó de las fisuras que el bloque de clases dominantes
propició en el campo nacional y popular, para desatar el genocidio. Y el
destrozo del andamiaje productivo.
YPF fue parte de aquella balcanización. La dictadura usó YPF
para lograr empréstitos en el exterior (claro que el dinero obtenido afuera
nunca se utilizó para robustecer a la empresa hidrocarburíferas, sino para
financiar el terrorismo de Estado) y luego fue sometida a un endeudamiento público.
Acción cuyo fin último (propiciando insolvencia financiera y patrimonial) era
darle validez uno de los dogmas de la dictadura: la ineficiencia estatal. El
endeudamiento externo por capital únicamente se multiplicó por doce entre
diciembre de 1975 y marzo de 1981, concentrando “… al 31 de marzo de 1984 el
17.65% del total de la deuda externa registrada entonces para el sector público
por capital únicamente", según afirma el fallo sobre la deuda externa
argentina emitido por el juez federal Dr. Jorge Ballestero el 13 de julio de
2000.
Más tarde llegó el menemismo y la retahíla de
privatizaciones. Desde 1999, cuando el menemato acorralado por la crisis
asiática y la devaluación de Brasil decidió la venta en bloque de las acciones
de YPF (contradiciendo lo que había sido la política de atomizar la venta de
acciones para conservar el rumbo de las decisiones estratégicas), el management de YPF cambió: el centro de
decisiones estratégicas se mudó de Buenos Aires a Madrid, como explica Nicolás
Gadano en el libro Historia del petróleo en Argentina.
De esa manera, la política de inversiones en Argentina quedó
condicionada por las decisiones globales del grupo Repsol, que eligió una furtiva
distribución de dividendos entre los accionistas (es decir, dinero generado en
Argentina que los españoles sacaban del país, sin inversiones de magnitud. Pura
ganancia). Básicamente: pérdida absoluta de soberanía sobre los recursos
naturales, la exploración y explotación de los mismos.
EL MANDATO HISTÓRICO
Como explica Gadano, el kirchnerismo revirtió el enfoque
aperturista y desregulador del menemismo en la industria de los hidrocarburos,
y llegó a crear una nueva empresa estatal, ENARSA, que recibió el dominio y
control sobre todas las áreas off shore
de Argentina.
A fines de 2007, Kirchner impulsó la
"argentinización" de la empresa con el ingreso del grupo Petersen, de
la familia Eskenazi. El ingreso de accionistas locales le devolvió identidad
argentina a YPF y revirtió parcialmente la desnacionalización en el proceso de
toma de decisiones de la empresa. Sin embargo, fue insuficiente para revertir
la salvaje política de envío de dividendos hacia España, y la falta de
inversión en exploración y producción (en 2008, los dividendos distribuidos por
YPF entre sus accionistas llegó al record de 2600 millones de dólares, según
explicó Gadano en una nota publicada en Le Monde Diplomatique).
Hoy al mediodía, la presidenta Cristina Fernández de
Kirchner parece haberle puesto un ladrillo más a la profundización del modelo,
la sintonía fina, con el envío al Congreso del proyecto de ley de
"Recuperación de la soberanía hidrocarburíferas", que contempla la
expropiación de parte del Estado del 51 por ciento de las acciones de YPF.
Si bien es factible coincidir en que la política energética
del kirchnerismo fue oscilante, y que los resultados cuantitativos son, en
cierta dimensión, opacos (el “déficit energético” en la balanza fiscal del año
pasado caminaba hacia un agrandamiento en 2012), es incontrastable la búsqueda
conceptual e ideológica a la que siempre apuntó: la recuperación de soberanía.
Durante años, se apuntó principalmente a garantizar el acceso de los usuarios a
precios accesibles en medio de un contexto socio-político diferente (salida de
la crisis); paulatinamente, con el cambio en la correlación de fuerzas, con el
aumento de legitimidad y con el mejoramiento del contexto, se inició la
“argentinización”. Ahora, es el turno de profundizar los esfuerzos para retomar
un mandato histórico: la búsqueda de soberanía hidrocarburíferas, justo cuando
el mundo nos recuerda su rol estratégico todos los días con las guerras por los
recursos naturales.
Más que dialéctica, entonces, se trata del mandato histórico
de la tradición nacional popular argentina, cuyo hilo conceptual une al primer
peronismo con los Kirchner. Un cruce dialéctico cuyo principales respaldos son
el artículo 40 de la
Constitución de 1949 (“la propiedad inalienable e
imprescriptible” de los recursos naturales) y este proyecto de ley.
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