A 9 años del punto de inflexión que significó la llegada de un
desconocido gobernador del sur a la presidencia sin legitimidad (consecuencia
planificada por Carlos Menem, una porción del aparato peronista de la provincia
de Buenos Aires y ciertos sectores del poder económico concentrado nostálgicos
de los 90, que decidieron no subirse al balotaje), sin fuerza propia y en medio
de un contexto socio-político en llamas, la fiesta popular en la que se
convirtió un acto político partidario sirvió para esclarecer un par de
cuestiones puntuales que alumbran la historia, la coyuntura y que sirven para
proyectar el futuro:
- La capacidad de organización y movilización del
kirchnerismo, y los actores políticos que conforman esa fuerza.
- El mandato del kirchnerismo en tanto experiencia
histórica: “cambiar el destino de la Argentina”, según las palabras
de la Presidenta.
- La cuestión de pertenencia cómo rasgo distintivo en la
conformación de su identidad colectiva, matiz que lo proyecta en la
historia.
- El rol de la juventud politizada ya no cómo “aguante” y
acompañamiento desde las márgenes, sino como actores centrales del proceso de
transformación.
UN MOVIMIENTO
Vélez fue una fiesta. Pero esa celebración no se circunscribió
al puñado de horas que duró el acto entre la llegada y la desconcentración.
Vélez, el encuentro en el que los dirigentes y los militantes kirchneristas
“posta” se reconocieron en el rostro del que tenían al lado, fue un festejo en
continuado por, al menos, una semana: desde la puesta en escena del estadio, la
organización logística y litúrgica, la convocatoria, los viajes en bondis
abigarrados, la marcha hacia “El Fortín”, el acto, la desconcentración, las
celebraciones en las unidades básicas al regreso.
Todo aquello explicita la capacidad de organización y de
movilización de una fuerza orgánica. Las “novedades”, entonces, son dos: el
kirchnerismo si no lo es, está en los aprestos finales para convertirse en un movimiento vertebrado en una conducción
firme, organizado programáticamente en torno a esa jefatura central y en vías
de consolidar un funcionamiento orgánico en ese sistema propio. En 9 años, el
kirchnerismo prescinde (en cierto sentido) de los aparatos cegetista y
pejotista. Lo logró con voluntad, capacidad política, organización y recambio.
Y, claro, con un elemento vital: el poder inigualable de CFK como gran
electora: esa característica disciplina y ordena (por ejemplo, a los
gobernadores, intendentes, sindicatos, empresarios, actores corporativos).
La otra novedad es que, todo eso que logró el kirchnerismo
(unidad, orgánica, capacidad de organización y movilización) no fue apenas consecuencia de la gestión de la política “dura” (la domesticación mediante la
guita, sociedades basadas en la conveniencia electoral) sino, esencialmente,
fue un logro sustentado en la seducción ideológica, desde las ideas, desde las
convicciones, desde la pertenencia, desde la construcción de una identidad
colectiva que interpela y que conforma un nosotros que da sentido, que otorga
una imagen histórica de uno mismo y que, sobre todos, perfila esperanza a
futuro.
La foto de la primera fila de dirigentes que se ubicaron
detrás del atril desde el que habló la Presidenta, es taxativa: a la derecha de
CFK Emilio Pérsico (Movimiento Evita) y Agustín Rossi (Corriente Nacional de la
Militancia); a la izquierda Andrés Larroque (La Cámpora) y Edgardo Depetri
(Frente Transversal). Un espadachín parlamentario histórico, con rictus y
procedencia peronista de izquierda (Rossi), un líder de un movimiento social
popular, de base (Pérsico), el referente de un emergente genéticamente
kirchnerista cómo La Cámpora y la juventud como actor político (Larroque),
sindicalismo alternativo a la CGT, transversalidad peronista nacional popular
(Depetri).
Algo más: la fecha elegida no es casual. Un movimiento
construye simbología e historia propias. El 27 de abril será, de ahora en más,
parte del relato histórico del kirchnerismo, su fecha fundante.
MANDATO HISTÓRICO
Fue una fiesta Vélez, pero como siempre que habla la
Presidenta el volumen político está presente en la densidad del discurso.
Escuchar y leer, releer para aprender y vislumbrar lo que viene.
Cristina fue clara: “La historia la escribimos nosotros
mismos”. La Presidenta interpeló a los dirigentes actuales y miró hacia el
futuro, poniendo a la juventud en el centro de la escena: “Son ustedes –los
jóvenes- los que tienen que seguir escribiendo la historia, su propia historia;
para hacerlo deben hacerlo UNIDOS Y ORGANIZADOS para profundizar la
transformación", dijo en un pasaje de la alocución.
Antes de eso, Cristina explicitó el mandato histórico del
kirchnerismo. Para que no queden dudas (hacia afuera) acerca del cuál es el
camino a seguir. Contó que la esposa del Nobel Saramago le preguntó, antes de
las elecciones de 2003, cómo haría el futuro gobierno de Néstor para
legitimarse si le negaban la segunda vuelta. La respuesta de Cristina no podría
pintarla mejor como Estadista inigualable: “Construiremos legitimidad con políticas orientadas a cambiar el destino
histórico del país”. La gestión de gobierno posterior, tanto de él como de
ella, no hace más que agigantar sus figuras hacia lo más alto. Y, a la vez,
permite imaginar en el horizonte algo grande.
Pero la Presidenta no se quedó con la revisión, sino que
entregó trazos gruesos de lo que serán los próximos años. Afirmó que la tarea
institucional será crear “nuevas formas de intervención del Estado, modernas,
contemporáneas. Junto al sector privado pero siempre asegurando la dirección
del Estado, que no puede renunciar a su responsabilidad histórica”. Además,
insistió en el camino emprendido para la recuperación de Malvinas: resaltó la
búsqueda pacífica y diplomática.
Allí hay una pista de lo que avizora una Presidenta que
tiene la capacidad de mirar por sobre la coyuntura. CFK está un millón de años
luz por encima de lo cotidiano (aunque gestiona con rigor en ese sentido).
Malvinas y el derecho internacional, está asociado con otra parte de su
discurso. Dijo: "América del Sur tiene una oportunidad única en 200 años
para convertirse en la región más importante de la Tierra. Pero debemos tener humildad,
lucidez, y mucho conocimiento de la Historia, porque la Historia enseña más que
mil discursos o cuatro mil libros”. ¿Qué es lo que dijo CFK entre líneas? ¿Qué
es lo que proyecta, cómo imagina a la Argentina en el bloque regional, y cómo
analiza ese bloque en el concierto mundial?
Cristina construye una Patria para la Historia que
está llegando. Esto es: gestiona geopolíticamente para insertar a la Argentina
en un concierto mundial que por estos tiempos se erige como los movimientos de
las placas tectónicas, de manera subterránea. Entonces, ¿por qué construye
una Patria para la Historia? Porque sabe que la cristalización de eso la supera
a ella individualmente por una cuestión de tiempos. Por eso, conduce la
ingeniería superestructural, a nivel local, regional y mundial, que sustentará
ese tiempo histórico por venir. Poner el cuerpo y las ideas en pos de algo más
grande que uno mismo.
SOY CON VOS, CON
USTEDES
Una de las dimensiones que le dan volumen al kirchnerismo y
que lo proyectan como experiencia histórica en la línea del federalismo, del
yrigoyenismo y del peronismo, es la dimensión afectiva en la construcción de
una identidad colectiva que pueda ayudar a las personas que la conforman a dar sentido a lo que
están experimentando y, a la vez, esperanza en el futuro.
Haber vivido desde el corazón del estadio el acto en Vélez
fue una experiencia alucinante porque su pudo apreciar la teoría hecha carne. Aquello
que cierto sector de la teoría política explica, lo de la dimensión afectiva,
la identificación que promueve la acción política, el sentimiento, encontró en
Vélez un ejemplo real. Si Chantal Mouffe (la politólogo que escribió acerca de
esa teoría en el libro En torno a lo
político) hubiese estado en Vélez, podría haber visto su libro expresado en
gestos, en palabras, en canciones, en rostros, en miradas, en abrazos, en
saltos, en banderas, en carteles. En un sentimiento colectivo que se traduce en
acción política.
Vélez no fue un acto partidario. Vélez fue una fiesta en la
que se celebró la identidad y la esperanza en el futuro; fue la confirmación
de un compromiso: organizarse para profundizar la transformación, comprometerse
a ser mejores colectivamente para acompañar a la Presidenta.
Todo en Vélez fue casi onírico: la iconografía, pletórica de
colores e imágenes reforzaban la identidad a cada paso.
El desarrollo del acto fue perfecto, con un comienzo
impactante: un video épico, que repasó la gestión de gobierno desde 2003 con
Néstor Kirchner como protagonista central, prologó la entrada a escena de CFK.
El sonido, envolvente, sonaba en la boca del estómago. Al mismo tiempo que
finalizaba el video, una cortina impactante de humo espeso celeste y blanco (con
una línea dorada), explota desde lo más alto de la cabecera que está detrás del
escenario y, en ese mismo momento, la Presidenta aparece en el escenario. Todo
en el mismo instante. “Somos de la gloriosa juventud peronistas/somos los
herederos de Perón y de Evita”. Ese
himno atrona entonces desde los parlantes y desde la voz colectiva de las
tribunas y el campo, en el momento que CFK saluda la multitud desde la punta
del escenario. Un encadenamiento de pequeños eventos dentro
del gran evento que sacudieron los corazones de los cien mil que estaban allí.
Después, un discurso memorable que los militantes escuchan
para aprender. Es sobrecogedor: 40 minutos de atención apasionada, con picos de
emoción y un final, nuevamente, descomunal: “La historia no se detiene” dice
CFK y una espesa bruma de papelitos plateados explota desde algún lugar para
nublar la visión durante un instante. Otra vez, CFK saluda desde el filo del
escenario y no, no suena la marcha. Suena “Compañero” (la canción que acompañó
la campaña de NK en las legislativas de 2009) y, luego, “Juguetes Perdidos” de
los Redondos. Y luego Estelares y otras bandas, mientras Cristina reparte besos y abrazos entre los militantes e invitados que
estaban más cerca del escenario.
Es increíble ver (en realidad,
absolutamente lógico si uno vive este proceso político con atención) cómo los
jóvenes se quedan festejando, abrazados, cantando consignas, sacándose fotos
con las gigantografías de NK y CFK con la multitud a sus espaldas. La fiesta
sigue. La desconcentración comienza lentamente, pero la celebración perdura una
hora y media en el campo y en la popular que ocupó La Cámpora. Pero, ¿es apenas
eso lo que aporta la juventud o lo que busca en este movimiento? No. Eso es
expresar la alegría que otorga la pertenencia a un proyecto que contiene e
interpela, y que obliga a crecer políticamente para profundizar la
transformación. Sí, eso pasa en el ámbito político en la Argentina de hoy. Y
todo comenzó un 27 de abril…
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