domingo, 29 de abril de 2012

Cristina en Vélez: la Historia no se detiene


A 9 años del punto de inflexión que significó la llegada de un desconocido gobernador del sur a la presidencia sin legitimidad (consecuencia planificada por Carlos Menem, una porción del aparato peronista de la provincia de Buenos Aires y ciertos sectores del poder económico concentrado nostálgicos de los 90, que decidieron no subirse al balotaje), sin fuerza propia y en medio de un contexto socio-político en llamas, la fiesta popular en la que se convirtió un acto político partidario sirvió para esclarecer un par de cuestiones puntuales que alumbran la historia, la coyuntura y que sirven para proyectar el futuro:

- La capacidad de organización y movilización del kirchnerismo, y los actores políticos que conforman esa fuerza.
- El mandato del kirchnerismo en tanto experiencia histórica: “cambiar el destino de la Argentina”, según las palabras de la Presidenta.
- La cuestión de pertenencia cómo rasgo distintivo en la conformación de su identidad colectiva, matiz que lo proyecta en la historia.
- El rol de la juventud politizada ya no cómo “aguante” y acompañamiento desde las márgenes, sino como actores centrales del proceso de transformación.

UN MOVIMIENTO

Vélez fue una fiesta. Pero esa celebración no se circunscribió al puñado de horas que duró el acto entre la llegada y la desconcentración. Vélez, el encuentro en el que los dirigentes y los militantes kirchneristas “posta” se reconocieron en el rostro del que tenían al lado, fue un festejo en continuado por, al menos, una semana: desde la puesta en escena del estadio, la organización logística y litúrgica, la convocatoria, los viajes en bondis abigarrados, la marcha hacia “El Fortín”, el acto, la desconcentración, las celebraciones en las unidades básicas al regreso.

Todo aquello explicita la capacidad de organización y de movilización de una fuerza orgánica. Las “novedades”, entonces, son dos: el kirchnerismo si no lo es, está en los aprestos finales para convertirse en un movimiento vertebrado en una conducción firme, organizado programáticamente en torno a esa jefatura central y en vías de consolidar un funcionamiento orgánico en ese sistema propio. En 9 años, el kirchnerismo prescinde (en cierto sentido) de los aparatos cegetista y pejotista. Lo logró con voluntad, capacidad política, organización y recambio. Y, claro, con un elemento vital: el poder inigualable de CFK como gran electora: esa característica disciplina y ordena (por ejemplo, a los gobernadores, intendentes, sindicatos, empresarios, actores corporativos).
La otra novedad es que, todo eso que logró el kirchnerismo (unidad, orgánica, capacidad de organización y movilización) no fue apenas consecuencia de la gestión de la política “dura” (la domesticación mediante la guita, sociedades basadas en la conveniencia electoral) sino, esencialmente, fue un logro sustentado en la seducción ideológica, desde las ideas, desde las convicciones, desde la pertenencia, desde la construcción de una identidad colectiva que interpela y que conforma un nosotros que da sentido, que otorga una imagen histórica de uno mismo y que, sobre todos, perfila esperanza a futuro.

La foto de la primera fila de dirigentes que se ubicaron detrás del atril desde el que habló la Presidenta, es taxativa: a la derecha de CFK Emilio Pérsico (Movimiento Evita) y Agustín Rossi (Corriente Nacional de la Militancia); a la izquierda Andrés Larroque (La Cámpora) y Edgardo Depetri (Frente Transversal). Un espadachín parlamentario histórico, con rictus y procedencia peronista de izquierda (Rossi), un líder de un movimiento social popular, de base (Pérsico), el referente de un emergente genéticamente kirchnerista cómo La Cámpora y la juventud como actor político (Larroque), sindicalismo alternativo a la CGT, transversalidad peronista nacional popular (Depetri).

Algo más: la fecha elegida no es casual. Un movimiento construye simbología e historia propias. El 27 de abril será, de ahora en más, parte del relato histórico del kirchnerismo, su fecha fundante.

MANDATO HISTÓRICO

Fue una fiesta Vélez, pero como siempre que habla la Presidenta el volumen político está presente en la densidad del discurso. Escuchar y leer, releer para aprender y vislumbrar lo que viene.

Cristina fue clara: “La historia la escribimos nosotros mismos”. La Presidenta interpeló a los dirigentes actuales y miró hacia el futuro, poniendo a la juventud en el centro de la escena: “Son ustedes –los jóvenes- los que tienen que seguir escribiendo la historia, su propia historia; para hacerlo deben hacerlo UNIDOS Y ORGANIZADOS para profundizar la transformación", dijo en un pasaje de la alocución.

Antes de eso, Cristina explicitó el mandato histórico del kirchnerismo. Para que no queden dudas (hacia afuera) acerca del cuál es el camino a seguir. Contó que la esposa del Nobel Saramago le preguntó, antes de las elecciones de 2003, cómo haría el futuro gobierno de Néstor para legitimarse si le negaban la segunda vuelta. La respuesta de Cristina no podría pintarla mejor como Estadista inigualable: “Construiremos legitimidad con políticas orientadas a cambiar el destino histórico del país”. La gestión de gobierno posterior, tanto de él como de ella, no hace más que agigantar sus figuras hacia lo más alto. Y, a la vez, permite imaginar en el horizonte algo grande.

Pero la Presidenta no se quedó con la revisión, sino que entregó trazos gruesos de lo que serán los próximos años. Afirmó que la tarea institucional será crear “nuevas formas de intervención del Estado, modernas, contemporáneas. Junto al sector privado pero siempre asegurando la dirección del Estado, que no puede renunciar a su responsabilidad histórica”. Además, insistió en el camino emprendido para la recuperación de Malvinas: resaltó la búsqueda pacífica y diplomática.

Allí hay una pista de lo que avizora una Presidenta que tiene la capacidad de mirar por sobre la coyuntura. CFK está un millón de años luz por encima de lo cotidiano (aunque gestiona con rigor en ese sentido). Malvinas y el derecho internacional, está asociado con otra parte de su discurso. Dijo: "América del Sur tiene una oportunidad única en 200 años para convertirse en la región más importante de la Tierra. Pero debemos tener humildad, lucidez, y mucho conocimiento de la Historia, porque la Historia enseña más que mil discursos o cuatro mil libros”. ¿Qué es lo que dijo CFK entre líneas? ¿Qué es lo que proyecta, cómo imagina a la Argentina en el bloque regional, y cómo analiza ese bloque en el concierto mundial?

Cristina construye una Patria para la Historia que está llegando. Esto es: gestiona geopolíticamente para insertar a la Argentina en un concierto mundial que por estos tiempos se erige como los movimientos de las placas tectónicas, de manera subterránea. Entonces, ¿por qué construye una Patria para la Historia? Porque sabe que la cristalización de eso la supera a ella individualmente por una cuestión de tiempos. Por eso, conduce la ingeniería superestructural, a nivel local, regional y mundial, que sustentará ese tiempo histórico por venir. Poner el cuerpo y las ideas en pos de algo más grande que uno mismo.

SOY CON VOS, CON USTEDES

Una de las dimensiones que le dan volumen al kirchnerismo y que lo proyectan como experiencia histórica en la línea del federalismo, del yrigoyenismo y del peronismo, es la dimensión afectiva en la construcción de una identidad colectiva que pueda ayudar a las personas que la conforman a dar sentido a lo que están experimentando y, a la vez, esperanza en el futuro.

Haber vivido desde el corazón del estadio el acto en Vélez fue una experiencia alucinante porque su pudo apreciar la teoría hecha carne. Aquello que cierto sector de la teoría política explica, lo de la dimensión afectiva, la identificación que promueve la acción política, el sentimiento, encontró en Vélez un ejemplo real. Si Chantal Mouffe (la politólogo que escribió acerca de esa teoría en el libro En torno a lo político) hubiese estado en Vélez, podría haber visto su libro expresado en gestos, en palabras, en canciones, en rostros, en miradas, en abrazos, en saltos, en banderas, en carteles. En un sentimiento colectivo que se traduce en acción política.

Vélez no fue un acto partidario. Vélez fue una fiesta en la que se celebró la identidad y la esperanza en el futuro; fue la confirmación de un compromiso: organizarse para profundizar la transformación, comprometerse a ser mejores colectivamente para acompañar a la Presidenta.

Todo en Vélez fue casi onírico: la iconografía, pletórica de colores e imágenes reforzaban la identidad a cada paso.

El desarrollo del acto fue perfecto, con un comienzo impactante: un video épico, que repasó la gestión de gobierno desde 2003 con Néstor Kirchner como protagonista central, prologó la entrada a escena de CFK. El sonido, envolvente, sonaba en la boca del estómago. Al mismo tiempo que finalizaba el video, una cortina impactante de humo espeso celeste y blanco (con una línea dorada), explota desde lo más alto de la cabecera que está detrás del escenario y, en ese mismo momento, la Presidenta aparece en el escenario. Todo en el mismo instante. “Somos de la gloriosa juventud peronistas/somos los herederos de Perón y  de Evita”. Ese himno atrona entonces desde los parlantes y desde la voz colectiva de las tribunas y el campo, en el momento que CFK saluda la multitud desde la punta del escenario. Un encadenamiento de pequeños eventos dentro del gran evento que sacudieron los corazones de los cien mil que estaban allí.

Después, un discurso memorable que los militantes escuchan para aprender. Es sobrecogedor: 40 minutos de atención apasionada, con picos de emoción y un final, nuevamente, descomunal: “La historia no se detiene” dice CFK y una espesa bruma de papelitos plateados explota desde algún lugar para nublar la visión durante un instante. Otra vez, CFK saluda desde el filo del escenario y no, no suena la marcha. Suena “Compañero” (la canción que acompañó la campaña de NK en las legislativas de 2009) y, luego, “Juguetes Perdidos” de los Redondos. Y luego Estelares y otras bandas, mientras Cristina reparte besos y abrazos entre los militantes e invitados que estaban más cerca del escenario.

Es increíble ver (en realidad, absolutamente lógico si uno vive este proceso político con atención) cómo los jóvenes se quedan festejando, abrazados, cantando consignas, sacándose fotos con las gigantografías de NK y CFK con la multitud a sus espaldas. La fiesta sigue. La desconcentración comienza lentamente, pero la celebración perdura una hora y media en el campo y en la popular que ocupó La Cámpora. Pero, ¿es apenas eso lo que aporta la juventud o lo que busca en este movimiento? No. Eso es expresar la alegría que otorga la pertenencia a un proyecto que contiene e interpela, y que obliga a crecer políticamente para profundizar la transformación. Sí, eso pasa en el ámbito político en la Argentina de hoy. Y todo comenzó un 27 de abril…

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