martes, 10 de enero de 2012

Maradona y Messi


"Treinta millones de negros/transpirando en tu remera/para jugar un Mundial"
Para verte gambetear
La Guardia Hereje

¿En serio hay personas que pretenden hacernos creer que Messi es todavía más grande que Maradona sólo por el hecho que Leo acaba de ganar su tercer balón de oro consecutivo? Si, es cierto: el Diez nunca ganó un balón de oro.

No se trata de instalar una falso antagonismo, porque Lionel es el mejor del mundo ahora, es "nuestro" y estaría bueno disfrutarlo (con la celeste y blanca, claro). Pero Maradó está en otra dimensión.

Primero, me gustan las comparaciones. Son un desafío, muchas veces inconducente, pero me gustan igual.

Para entrar en esta comparación, primero debería haber un terreno de consenso: deconstruir al jugador desde las diferentes dimensiones que lo componen. Entonces: la parte técnica, el carácter, lo que aporta individual y colectivamente. Otra esfera es la estadística. Y, last but not least, lo simbólico.

Desde lo técnico, Maradona es inigualable. Messi es un superdotado. Podemos asumir que están parejos.

En carácter también parecen similares: cuando las papas queman, toman la pelota y definen; cuando las piernas flaquean ellos aciertan; cuando algunos se esconden ellos la piden y resuelven. Eso es carácter futbolístico.

Pero existe otra dimensión del carácter que es el liderazgo, que no es la expresión de bravuconadas, sino la capacidad de sintetizar demandas colectivas, la capacidad de guiar a un grupo por un camino determinado hacia objetivos superadores. Eso se logra desde el respeto que se impone como profesional y también desde lo humano en la posibilidad de contener a los compañeros. Maradona, con sus virtudes y aciertos, demostró ser un líder positivo: nunca un ex compañero del Diez habló mal de él en tanto par, colega, compañero, capitán. Aquí, ventaja para Maradona, aunque claro que Messi tiene apenas 24 años y un camino que, esperemos, le brinde la experiencia para formar su carácter fuera de los estrictamente futbolístico.

En relación a lo que aportan desde sus capacidades futbolisticas individualmente, ambos son gemas sin comparación: deslumbrantes, aportan un desequilibrio que ningún otro futbolista logró por sí mismo. El peso de las destrezas personales de Diego y Leo son incomparables.

Desde lo colectivo, aquí otra vez se impone Maradona que logró hacer de un mediocre Nápoli un equipo poderoso, que invirtió la ecuación histórica del Calcio al poner al sur mendigo como opulento rey, en la segunda mitad de la década  del ochenta. Ese Nápoli fue en una de las dos grandes de su carrera. La otra, es el título en México 86: la Argentina fue un equipo casi perfecto gracias el altísimo nivel de la mayoría de sus futbolistas; pero sólo podía ser campeón con un Maradona exultante como el que disfrutamos.

Messi, en tanto, es la figura (iba a decir el conductor pero claramente no lo es, o al menos no lo es la mayor parte del tiempo; Messi es el DEFINIDOR del Barcelona) del mejor equipo de los últimos tres años, que aspira a ser considerado como uno de los mejores de todos los tiempos. Terrible mérito el de Lionel pero: ¿Barcelona sería lo que es sin Leo? Probablemente no. ¿Barcelona sería uno de los mejores equipos de los últimos años sin el rosarino? Probablemente si. Messi le otorga un salto de calidad intergaláctico al Bar}a, pero no lo constituye intrínsecamente. Sin Maradona, aquel Napoli y aquella enorme Selección Argentina no hubiesen ocupado el lugar en la historia que hoy ostentan. (Fíjese que ya estamos en la tierra de lo contrfáctico).




Desde la estadística, Messi es un extraterrestre: los números que grafican su carrera deportivo son sencillamente perfectos. Títulos, goles, asistencias, finales disputadas y ganadas, logros, premios, distinciones, dinero ganado etc. Todavía con, por lo menos, la mitad de su carrera por delante, lo de Messi es aritmética: perfecto. O casi, porque la Selección es para Leo un terreno demasiado pedregoso aún.

Finalmente, lo simbólico. Básicamente, Diego es uno de los mitos que nos dan identidad como argentinos. Un mito que conjuga una experiencia histórica umbilicada a los más caros sentimientos de una gran parte de los argentinos (la historia del pibito hunilde de la Argentina profunda), un carácter indomable y una enfermedad dura. Pero, sobre todo, una extraordinaria capacidad deportiva, un talento descomunal que incluye el ADN de cierta idiosincracia argenta, y una personalidad deportiva inigualable. Maradona despierta amor y odio reales. Genera sentimientos.

Por otr olado, Messi es aséptico. Construye admiración con su talento y su apabullante capacidad para hacer cualquier cosa adentro de una cancha de fútbol, replicada por miles de millones a través de la TV e Internet. El Barcelona construye sus emporios en Asia a través del producto Messi. Debe ser uno de los tipos más conocidos del planeta. Pero todo eso está despojado de una dósis identitaria.

El punto es que, a diferencia de Maradona que logró raigambre popular en Boca y en la Selección (ni hablar de Nápoli, donde es venrado a la altura de San Genaro), Messi construye su fama y respeto desde el poderoso Barcelona, conquistando todos los títulos que se le pongan adelante y obteniendo las distinciones que el stablishment ofrece. No hay allí una dimensión identitaria. No hay hazañas que construyan lazos "sanguineos" fuera de Catalunya.

Messi representa (y esta no es una condición deseada o buscada por el increíble rosarino) la histeria de la industria cultural: chinitos exaltados buscando una instantánea en Abu Dhabi con el smartphone.

Maradona, en cambio, es un tatuaje de su cara en el hombro de un pibito de La Matanza; y es su firma estampada en la luneta de una 4x4 en Cariló.

Alguna vez dijo Néstor Kirchner, con la libreta de almacén en la mano en la que llevada minuciosamente anotados los números macroeconómicos de su gestión de gobierno, que los presidentes son personas comunes en circunstancias excepcionales.

Maradona fue un hombre con un comportamiento deportivo excepcional en circunstancias excepcionales, algunas de ellas irrepetibles (¿vamos a volver a tener un duelo como el que tuvimos con Inglaterra en 1986?)

¿Cuándo sabemos que estamos en presencia de un vínculo profundo entre un tipo y el Pueblo? Cuando lo reflejan los artistas: ¿cuántas canciones sobre Maradona, el Gordo, el Diez o D10s hay? ¿Cuántos relatos como el de Víctor Hugo del gol a los ingleses, con esa carga emocional que sobrepasa largamente lo estrictamente futbolístico, existen sobre un gol de Lio?

Ahí hay una es parte de la respuesta: Maradona juega en una dimesnión en la Messi probablemente nunca llegue, a pesar de ganar 15 Champions League. Diego juega con Perón, Evita y Gardel. Messi, en tanto, destroza a... Cristiano Ronaldo.

Desde lo simbólico, Maradona golea. Y cada vez que en este país se intente descifrar quien es mejor, lo simbólico es un área insoslayble. En lo futbolístico, son parejos. Pero Messi todavía tiene la mitad de su carrera por delante.

Mientras disfrutamos a Maradona, esperamos las canciones al gran Lio. Van a llegar cuando gane el Mundial para todos nosotros. En tanto, será uno de los más grandes de la historia. No a la altura de Diego ni en esa galería de mitos argentinos... al menos por ahora. El talento de Messi (tan argentino como el del Diez) podría hacerlo posible.







1 comentario:

Daniela Godoy dijo...

Excelente post.
No hay comparación posible entre Diego y lo que significa como disrupción, como rebeldía, como hazaña colectiva, y Lionel Messi, a quien nadie negará su talento, pero que es un producto.
No soy futbolera, pero Diego emociona hasta a las piedras.
Compré una camiseta argentina para mi hijo con el 10 pero sin inscripción atrás, porque el único 10 es Maradona, por más años que tengan otros por delante, por más otros que vengan después. Está, como bien se dice en el artículo, en otra dimensión.
Saludos