Si se espía la cotidianidad de los últimos 3 años se puede decir, en modo generalista y escarbando poco, que la Argentina está atravesada por 2 grandes relatos. De uno lado algunos de los poderes ecónomicos concentrados tipo las cámaras patronales de los agronegocios, la UIA, AEA, el capital financiero especulativo. También entran Bergoglio y la institucionalidad eclesiástica y una gran parte del arco opositor (existen honrosas excepciones, como Martín Sabbatella, ponele). El mascarón de proa y el vocero de esta especie de Unión Democrática SXXI es, claramente, el Grupo Clarín encarnado en Héctor Magnetto.
Del otro lado del mostrador aparece el Gobierno Nacional y ese heterogéneo espectro que conforma el kirchnerismo que va desde los organismos de DD.HH y organizaciones sociales diversas hasta la CGT pasando por la Juventud (desde la sindical hasta los "sueltos"): la Juventud es el principal emergente del Kirchnerismo que no estab politizado antes de 2003. Aún sin políticas focalizadas para la construcción orgánica de la juventud, aún cuando sabemos que NK muere cuando comenzaba el diálogo con la juventud, los pibes son genuinamente kirchneristas. Todo este espectro es inorgánico, es una mermelada sin otra articulación que no sea la certeza fulminante de que NK (te extrañamos cumpa!) y CFK son los garantes.
Es claro el antagonismo, la dicotomía es explícita. Tanto como los 2 grandes relatos que sostienen las posturas: el Estado expansivo, participativo y garante de Derechos sociales, laborales, culturales, políticos, humanos y rector de la economía basado en el rendimiento fiscal, el tipo de cambio, el mercado interno, la diversificación de la matriz productiva, los derechos de exportación, la conciencia latinoamericanista, la democratización del espacio mediático, la inclusión en el "sistema" de los sectores más vulnerables (niños, jubilados, trabajadores informales), la garantía de la protesta social etc etc etc. La cristalización simbólica de todo aquello podrían ser los festejos del Bicentenario: 6 millones de personas disfrutaron durante 4 días, en una convivencia ejemplar, de una fiesta estupenda que fue una revisión crítica de nuestra historia con un denso contenido político, cultural y social y que, además, fue un espectáculo comunicacional de calidad que tuvo una penetración profunda en "la gente", en los ciudadanos, en el pueblo, en los tipos y tipas de a pie.
La otra vereda es lo opuesto, no por la existencia de un proyecto o modelo alternativo sino por la falta de eso. Es obstruccionismo. No hay modelo o proyecto que no sea el de reestablecer el estado de situación anterior a 2003. Más neoliberalismo. Un país más chiquito, para los beneficiarios atávicos de la teoria del derrame que nunca derramó. Esto es inconfesable y, entonces, el relato es la demonización del Gobierno a través de la maquinaria belicista-comunicacional: la crispación (no se dan cuenta, todavía, que nosotros escribimos Cris Pasión y que se batalla alegremente por la construcción de un país mas igualitario?), el totalitarismo, la inseguridad. Todo sobre la base de una impostura republicanista que desea instalar un parlamentarismo europeo. Burdo. La cuestión son las formas. Los modales. No hay debate. ¿Cuál es la cristalización simbólica de todo eso? La producción de sentido de TN y sus secuaces.
Ahora bien: ¿cuál es el sustento de uno y otro? Porque está claro que hay una dicotomía. Pero según el relato TN, no hay sujeto social que acompañe el Gobierno porque la sociedad tiene miedo, está hastiada de los abusos gubernamentales y los espasmos dictatoriales de Cristina, la inflación corroe los bolsillos y no hay dinero para nada. Pongamosle que era así, que es así. Pongamoslé que los fines de semana largo no hubo récords de turistas en todos los putos lugares del país. Pongamoslé que los festejosde Bicentenario no existieron. Pogamoslé que todos y cada uno de los actos masivos de NK (cómo te extraño cumpa!) y de CFK fueron la más pura expresión de clientelismo peronista barato. Pongamoslé que las 100 mil trabajadores en la cancha de River son otra versión, sindical ésta, tan rancia y ficticia del clientelismo. Pongamoslé que el acompañamiento extraordinario que tuvo, en el espacio público, la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual fue una argucia clientelar programada por NK y su Ley de Medios K. Pongamoslé. Ponele. Todo lo que quieran.
Pero la Plaza de Néstor, esa extraordinaria movilización popular que hubo el miércoles, el jueves y el viernes ¿qué es? ¿qué fue? Acá sí que no hubo movilizaciones orgánica. Lo que hubo, claramente, fue una expresión espontánea de amor. De agradecimiento. De química militante. De fe.
La espiral del silencio ya estaba rota desde hace rato, pero la Plaza de Néstor fue un paso más allá, fue la explicitación territorial de la derrota de un sentido común umbilicado a otro tiempo histórico; fue el acta de defunción de una verdad instalada gracias a la manipulación simbólica. Cómo se explica, sino, que cientos de miles o millones de personas se movilizaran inorgánicamente para saludar por última vez a un tipo que, desde la política, supuestamente había hecho todo para dividir, para romper, para llenarse de guita y de poder; cómo se explica que esa movilización haya sido una muestra fulminante de apoyo a una "tipa" soberbia, ajena a la realidad, conductora de una autocracía que hunde al país.
La explicación es bastante sencilla: el país que construyen los medios hegemónicos no existe. Porque el sujeto social que compaña aquel país, el de la devastación, está representado por la politiquería prime time. El otro, el país que late en la calle, es ese que estuvo en la plaza.
Hay un comentario en uno de los posteos que intentaron reflejar las jornadas en la plaza: "A pesar de no haber estado allí, mirando por televisión a tantos reunidos, sentí por primera vez que el espejo, por fin, me devolvia una imagen que no me era insoportablemente extraña... Gracias por estar ahí y representar (de alguna manera) a los tantos, miles que nos emocionabamos a la distancia."
Así, como a este pibe o piba o señor o señora, así sintieron muchos de los que miraban por TV o estaban ahí: nos mintieron mucho tiempo. Es tiempo de juntarnos, de reconocernos unos a otros. Es tiempo de activar y de demostar que somos más, muchos más, lo que pretendemos un país mejor, más justo, inclusivo, igualitario, realmente democrático. Sí, el que quería Néstor Kirchner.
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