sábado, 30 de octubre de 2010

MILITARLA

Son las 4:54. No me puedo dormir che. Es que estos últimos días fueron un limbo: la rutina, esa mierda que odiamos pero que en realidad es un ordenador necesario, quedó hecha mierda. Los horarios se hicieron laxos, indomables; las comidas escasas o fuera de tiempo y lugar. Mucha tensión. Poco sueño.

Leo, entonces. Y pienso en estos último días y en las charlas con amigos/cumpas. Hay que explotarla.

Dice J.P. Feinmann en Página:

Lloverán las flores y las adhesiones emocionales. Pero hay que transformarlas en militancia.
Hoy, más que nunca, la militancia juvenil tiene un papel esencial. Al que aparezca con alguna teoría que recuerde a la lucha armada y al foco insurreccional de los ’70 échenlo a patadas. Esas posiciones llevaron a la muerte a una generación entera de militantes a lo largo y a lo ancho de América latina. La lucha militante (la única) es de superficie, de cara al sol, como quería morir José Martí y también como quería vivir y vivió (era porque sabía la belleza de vivir de cara al sol que así quería morir). De cara al sol significa: nada de clandestinidad, nada de armas, se triunfa cuando se transforma el número en fuerza, pero no en fuerza armada. En fuerza militante, territorial, cuando se habla con la gente, cuando hay un proyecto para ser comunicado, un proyecto que convenza al militante y le dé fuerzas para convencer a los demás.

Dice Caballero en Tiempo:

(...) Esta indefinición permitió que millones de personas se sintieran parte del todo, sin asumir los riesgos del conjunto. Creo que la muerte de Néstor interpela al kirchnerismo inorgánico. (No sé si dejó algo escrito. Algunos dicen que sí. Sería interesante leerlo.) Pregunta desde el más allá: qué vamos a hacer con el más acá, ahora mismo. Es fácil gritar “fuerza Cristina”, ¿no? Más difícil resulta, por ejemplo, aceitar los lazos y la mutua comprensión entre Moyano y Yasky. O entre Sabbatella y los intendentes K del Conurbano. O entre Moreno y Carta Abierta. ¿Fueron estas diferencias el alimento de una gaseosa ideología que podría llamarse kirchnerismo ad hoc, útil para sostener en el gobierno a dos personas en todo este tiempo? ¿Es la debilidad congénita de esta experiencia política, ahora que la reacción (basta leer el pliego de condiciones de Rosendo Fraga en La Nación) se frota las manos para ir por todo?

Como ven, tengo más preguntas que respuestas. La sensación es que, muerto Néstor, el kirchnerismo tiene una salida: nacer de una vez por todas. Construir organicidad. Abandonar los jirones para transformarse en bandera de los millones de personas que creen que hoy estamos mejor que hace diez años. Estructurar un programa que reúna las aspiraciones de todos los que ayer en la Plaza de Mayo, tocados en el alma, se miraban a la cara y se reconocían. Dejar de lado los prejuicios, revisar las propias certezas, abandonar el espíritu de secta, admitir que el otro puede tener la parte de la razón que me falta: son los imperativos de esta hora.
Ni Moyano es Primo de Rivera.
Ni Sabbatella es el progresismo afrancesado.
Lo más complejo, siempre, es consensuar un liderazgo. Pero eso ya está resuelto.
Es Cristina.

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