Gimnasia jugó mal. Casi tanto como lo venía haciendo en sus últimas presentaciones. Sin embargo, en el duelo de hoy ante River el triunfo pasó de ser una quimera en esos primeros 30 minutos en los que Lamela y Díaz parecían Jairzinho y Tostao, en ese Brasil maravilloso del Mundial 1970, a ser algo tangible en los últimos minutos cuando el desconcierto y la fragilidad emocional de River le abrieron al Lobo las puertas del triunfo.
¿Cómo puede ser que tu rival cambie de parecer el paradigma del fútbol a convertirse en un mediocre elenco que hace del Tiki-Tiki un chato taka-taka que ni siquiera cobra, en apenas un ratito? El hecho es que River está tan cerca del Brasil de 1970 como Eduardo Duhalde de cerrar un acuerdo con Néstor Kirchner de acra a 2011. Es decir, que mucho de lo que sucedió ayer en el Monumental pasó por la actitud de Gimnasia. O mejor dicho, por la falta de ella.
De ninguna manera es aceptable que un equipo que pelea por permanecer en Primera División afronte un partido con la predisposición emocional y táctico-estratégica con la que salió Gimnasia al Monumental.
El triunfo de River en el primer tiempo no se dio debido a la Gracia Divina (¿?); o si es usted ateo, agnóstico, pragmático u onanista, puede agradecerle a los palos y el travesaño. Eso, apenas, fue la diferencia entre el 0-0 con el que se cerró la etapa inicial y el potencial 2-0 con que pudiera haberse cerrado.
Gimnasia fue un equipo apático que apostó a aguantar bien cerca de su arco. En ese sentido, muchos equipos en la historia del fútbol mundial salieron campeones subidos a esa cosmovisión. Pero, pequeño detalle, casi siempre tenían defensas graníticas, una actitud feroz y elementos a partir de los cuales lastimar en ofensiva (aunque sea esporádicamente).
En los primeros 30 minutos, Gimnasia fue un patético esfuerzo por rechazar lo más lejos posible y sin la más remota idea conceptual de cómo acompañar a un Córdoba que se debatía entre sus propias limitaciones y los defensores locales. ¡Tardó 30 minutos en hilvanar 3 pases seguidos en campo contrario!
Al margen de los defectos colectivos e individuales, de la precocidad del nuevo ciclo y de la asfixia del promedio (¡todavía restan 28 partidos en la temporada!) es imposible encarar un partido en este nivel con la postura anímica con que salió Gimnasia. Todo es accesorio, si un equipo cree en sí mismo. El partido de ayer fue una muestra palmaria: el Lobo puso contra las cuerdas a River aún sin proponérselo. Córdoba dispuso de 3 chances clarísimas; desbordó Castro y también Graf; Rinaudo se impuso en el anillo central; Masuero fortificó la zaga...¿por qué tardó más de una hora Gimnasia en aceptar que su en destino había algo más que una derrota digna?
Sí, esta parece ser una cuestión atávica parael mundo gimnasista. Pero lo de ayer es una muestra. La mediocridad del fútbol argentino no explicita grandes superioridades ni admite actitudes como la de Gimnasia ayer.
Creer o reventar. Creer o inmolarse sin luchar. Esa es la cuestión.
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