martes, 27 de julio de 2010

CHAU GORDO, TE ESPERAMOS A LA VUELTA DE OTRA RESURRECCIÓN

Por una cabeza,

metejón de un día
de aquella coqueta
y burlona mujer,
que al jurar sonriendo
el amor que está mintiendo,
quema en una hoguera
todo mi querer

Alfredo Le Pera



Se terminó este capítulo de una de las mejores historias de amor que los argentinos supimos conseguir.

Se abre un interregno en una relación eterna que, desentramada en clave del mito maradoniano de caída y resurrección permanente, es apenas el anuncio de un futuro renacer.

El amor es doloroso, si es amor de verdad.

Los maradonianos vemos hoy como se hace intangible y se nos escurre entre los dedos el mejor juguete del mundo; el que soñamos tener siempre y del que disfrutamos con vehemencia durante 19 meses: Maradona y la Selección argentina fundidos en una sola cosa, otra vez. Ese fuego eterno que hoy es tenue. Pero lo sabemos, los intuimos o lo deseamos volverá a ser ardiente pasión.

Otra vez, Maradona sirvió de escudo. En noviembre de 2008 se metió de cabeza en un desafío mayúsculo con máximas probabilidades de fracaso porque, lo sabía el Diez, la única jugada con la que podía evitar caer en el escarnio al que hoy es sometido era una gambeta descomunal para alzar la copa del mundo. Una reedición de junio de 1986. Una mamada colectiva para alguna corporación. La figura mítica del petiso de Fiorito salvaguardó del riesgo a todos los demás.

Pero no fue así. El Gordo perdió. Entonces, es Maradona el responsable del fracaso. Que, en efecto (desentramando la realidad con el sentido común que nos inoculó la industria cultural de los últimos 25 años) sería la continuación de los fracasos estrepitosos de todos los ciclos de 1990 a esta parte (nadie salió campeón, todos perros inservibles).

Diego asumió el reto como ese “metejón de un día” (eterna jornada desde aquella célebre declaración de identidad a la cámara de TV en el inicio de la década del 70:”mi primer sueño es jugar el Mundial y el segundo es salir campeón”).

Pero claro, antes Maradona podía modificar la realidad con la magia de su zurdita revolucionaria. Ahora, su nigromancia marca registrada de las orillas está supeditada a jugadores que no sienten ni sentirán lo que él cuando se calzaba la celeste y blanca; y también subordinada a las directivas omnipotentes del Don: “metejón de un día de aquella coqueta y burlona mujer, que al jurar sonriendo el amor que está mintiendo,
quema en una hoguera todo mi querer”.

Ahora, sentirá Mradona (sentimos) la no correspondencia. El desengaño. Es como cuando al día siguiente de lo orgiástico juramos nunca más.

Pero si es el Diego, y si es la Selección, es más bien como nos contó (a nuestros padres y abuelos, y nos sigue contando a nosotros) Alfredo Le Pera: “Basta de carreras, se acabó la timba. ¡Un final reñido ya no vuelvo a ver! Pero si algún pingo llega a ser fija el domingo, yo me juego entero. ¡Qué le voy a hacer!

Maradona es la fija atávica de los que amamos el fútbol. Y esperamos para volver a ponerle todos nuestros ahorros.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

el gordo es el amor de la Argentina!!

Psycobolche dijo...

Nigromancia orgiástica!!!