miércoles, 26 de mayo de 2010
HISTORIA VIVA: CRÓNICA EN BONDI DEL BICENTENARIO
Todavía alejándonos de la 9 de Julio, los ecos de un festejo grandilocuente e inclusivo siguen fogonenando pensamientos desenfrenados: patriotismo, orgullo, desencanto, peronismos, gorilismos, emoción, vida. Las paradojas de la historia y los laberinticos oximorones del presente explotan como esas bombas de papelitos que estallaban ante el vuelo artístico y sublime de la representación de la Argentina en uno de los estadíos del desfile del Bicentenario.
Una jóven artísta representa a la Argentina: vestida de blanco y celeste, vuela a la altura de los edificios con una gracia singular, con una belleza casi metafísica. Corre en el aire, sus brazos y el resto de su cuerpo se mueven en un compás de sensualidad atrapante mientras los papelitos estallan ahí arriba para después caer sobre el público en una paradoja de estos tiempos: caen los papelitos que nos hicieron famosos en el mundo durante el Mundia l978 y que los militares odiaban y repudiaban porque daban una imagen "sucia", en una clara muestra de desprecio popular. Para los militares, para el neoliberalismo, para el menemismo, para la Alianza lo único que debía derramarse en el pueblo era el mísero goteo de las ganancias extraordinarias de las elites. Esa es su concepción de distribución de la riqueza. Hoy, la Asignación Universal por Hijo descerraja ese paradigma y la redistribución comienza por la base; la vuelta de las jubilaciones al Estado, la movilidad jubilatoria, las paritarias también van en ese sentido. Atravesamos esa Argentina, en sus 200 años de historia. Pienso esto, mientras los papelitos siguen fluyendo sobre el público extasiado, pero el vuelo me va quedando lejos, mientras se acerca la representación del cruce de los Andes.
El desfile fue soberbio: 20 representaciones simbólicas que dibujaron los 200 años de historia argenta, desde los pueblos originarios y el éxodo jujeño, pasando por la llegada de los inmigrantes, los movimientos populares, la industria nacional, la dictadura, las madres hasta llegar al retorno de la democracia interpretado por el rock nacional.
Vamos llegando a Retiro y la banda todavía está en estado de shock: flashea, bocetea análisis políticos inverosímiles de la multitudinaria respuesta, ríe y repite consignas; ríe y sin hilos conceptuales que no pueden devolver otra robustez que no sea la de la inspiración del impacto emocional, se siente más argentina, más peronista y más kicrhnerista. La irracionalidad, como se ve, nos afecta a todos. O será que tienen razón Tenembaum, Morales Solá y todo el dispositivo mediativo: somos unos boludos. No creo.
Hay 5 cuadras de cola para tomar el Plaza por Centenario para llegar a La Plata. Allá adentro, en la terminal, el Costera sobrevendió todo. No hay más lugar. La vuelta será larga. El rocio y la humedad ya empiezan a romper las bolas pero, insisto, todos todavía estamos envueltos en ese halo imponente que devolvió el festejo del Bicentenario. Nos llena de pilas.
Otra imagen del desfile me sacude: la representación de las Madres. Ellas, que son la dignidad personificada, caminan en círculos en una lógica mecánica, soportando la lluvia y los estruendos de la tormenta mientras sus pañuelos encandilan con una luminosidad sagrada, la santificación pagana de una lucha inconmensurable: van en silencio con la cabeza gacha hasta que, de repente, frenan e interplean al público. Siempre calladas. El sonido o la música que acompaña es gutural, se siente en el estómago. El público se estremece, respeta el silencio y aplaude. Una extremaunción argenta.
Un rato antes, había visto como los espectadores, embelesados, saludaban el paso de la representación de los pueblos originarios: bailaban y aplaudían el paso de la alegoría de los que fueron los dueños de esta tierra. Casi una reparación simbólica, en contraposción de lo que fue el 1º Centenario tamizado por el genocidio de la Campaña del Desierto.
Mientras vuelvo, cómodamente sentado en el último asiento disponible que había en el micro, pienso en la "gente". Es que los pibes y pibas que están atrás de mí, en la última fila de asientos, están aún más perturbados que nosotros. No paran de hablar y comentar lo que acaban de vivir. También cavilan en clave política. También se cagan de risa. Creo, también captaron el espíritu de argentinidad al palo que hubo en estos últimos 5 días.
Una argentinidad descifrada en términos inclusivos, de regionalidad latinoamericana, de disfrute étnico, multicultural, policlasista. Una argentinidad que tiene anclaje en los pueblos originarios, en la lucha por reparaciones históricas para ellos; una argentinidad basada en la unidad latinoamericana, por eso la presencia de Lula, de Chávez, de Pepe, de Correa...una argentinidad con raíces nacionales y populares fogoneda en la búsqueda frenética de la Justicia Social, la herencia y la responsabilidad colectiva que legó Juan Perón.
El público, los espectadores, "la gente" deambuló en un tobogán de emociones en la que prevaleció la alegría, las ganas de festejar y de disfrutar sin condiciones el festejo que preparó el gobierno nacional.
Sí, es cierto: una ocasión como esta suele incitar al paroxismo patriotero, el chauvinismo barato, las aclamaciones patrióticas sin sentido. Y también es cierto, que no se puede descrifar en términos puramente políticos la mayor concentración popular de la historia argentina: más de 2 millones de personas habían ayer festejando el Bicentenario.
Sin embargo, no puedo dejar de traducir lo que pasó en estos últimos días con una mirada peronista. Es que nosotros, lo que apenas pasamos el cuarto de siglo y encaramos al mundo desde nuestra identidad peronista en la nostalgia profunda de la Argentina grande que San Martín soñó y que fue realidad efectiva con Perón (extraña añoranza de algo que no vivímos empíricamente. Algo de eso debe ser el peronismo, una de las tantas contradicciones internas) y también desde el sostenimiento de las banderas históricas (Justicia Social, soberanía política, independencia económica y unidad latinoamericana) que son la base del campo nacional y popular, sentimos que vivimos ayer un hito que marca la altura de estos tiempos: una movilización conmovedora para abrazar a la patria que florece, que comienza a re-simbolizarse, re-pensarse y reconstruirse asentada en los cimientos históricos del peronismo. Es que el festejo del Bicentenario fue una oportunidad única para salir del vaciamiento conceptual, escapar de las simbolizaciones míopes de la historia; para comprender nuestras raíces y los movimientos que nos hicieron libres.
Sentimos que la inmensa mayoría de los que estuvieron en el paseo del Bicentenario y los que lo vieron por televisión concuerdan en los fundamentos básicos desde los que se pensó el revisionismo de estos 200 años y también con los parámetros a partir de los cuales se pretende afrontar la construcción del futuro.
El micro, el Plaza al que me subí casi sin fuerzas físicas por una jornada a full pero con una robustez anímica zarpada, ya está en La Plata. La madrugada está madura, y el chofer trae el bondi a las chapas, quiere terminar su día de laburo. El sarandeo exagerado me despierta. Los ecos de un día histórico todavía me revientan la cabeza: cuando hoy todo vuelva a la normalidad, cuando el alto al fuego de las últimas 48 horas entre el dispositivo mediático y el gobierno cese, sobre las cenizas de un festejo histórico tendremos que seguir batallando para construir un país mejor.
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1 comentario:
Increible relato de un hecho historico.... me traduce todo lo que quiero expresar y no me sale por el nudo en la garganta de la emoción, bronca (al revivir campaña del desierto, golpes, etc) y alegria. Para los que tenemos una corta experiencia de vida es bueno que se produzca este revisionismo historico y saber que el pais en el que nacimos y vivimos tuvo que esperar 200 años para que el pueblo festeje su fecha patria... Gracias nestor y cristina porque asi como las "crisis" no causan muertos, EL "BICENTENARIO" POR SI SOLO, NO MOVILIZA A LA GENTE, SINO QUE FUE EL GOBIERNO AL PERMITIR UN ACTO PARAY CON EL PUEBLO....
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