"Fútbol para Todos es, para mi, una de las grandes maravillas de estos tiempos. Algo extraordinario que se ha hecho por y para la gente, y contra aquellos intereses que han jugado con una gran codicia y un gran egoísmo durante todos estos años (…) el fútbol le perteneció durante años sin licitación, sin conocer su verdadero precio a grupos mediáticos que jamás debieron haber puesto las manos en este negocio. Grupos mediáticos que son los que tenían que controlar pues es el fútbol es una actividad pública que forma parte de la identidad nacional; y en vez de hacer eso se lo adueñaron desde los códigos mafiosos que implica darle protección a las personas que le entregaban ese negocio porque sí a sus amigos. Hundieron al fútbol. Se le robaba al fútbol y también a la gente porque el fútbol, y sobre todo los grandes partidos que comenzaron a ser codificados, quedaron para un sector: los que lo podían pagar. ¿Ustedes saben que el 30% del país no tiene cable? ¿Y que de los que tiene cable no todos pueden pagar el codificado? Con lo cual, el espectro quedaba reducido a un millón de televisores. Ahora el fútbol llega, hasta que este gobierno u otro cumpla con la necesidad de que la televisión pública llegue a cada rincón de la República Argentina, potencialmente a 24 o 25 millones de personas. Y cuando se sumen otros cables, y cuando se sume la Internet, es muy probable que podamos soñar con la llegada a absolutamente todos los argentinos".Con esas palabras, Víctor Hugo Morales abrió la charla que brindó el miércoles pasado en el Teatro Argentino ante una multitud que le brindó, en varias oportunidades y sobre todo en la despedida, una ovación que merecería un análisis aparte pues se encuadraría adentro de lo que en la actualidad se conformó como un fenómeno de subrepticio ímpetu de adhesión al gobierno pero en clave proféticamente anunciada como despolitizada (corporizado en la gran mayoría de los seguidores del programa 6,7,8 de Canal 7 y puesto en liturgia militante con cantos del estilo “no vinimos por un chori ni por un plan”, en ocasión de alguna marcha de “autoconvocados”) cuando en realidad esas iniciativas representan, debido a los canales de comunicación que las fogonean (Facebbok, Twitter, Blogósfera, Canal 7) y debido al dispositivo universal (Grupo Clarín) que homogeneiza el rechazo y produce la extremaunción de un colectivo social heterogéneo, representan mensajes simbólicos de un espeso contenido político enmarcado dentro de lo que se podría denominar como neo militancia inorgánica, a pesar de la intención primitiva de muchos de los que componen este nuevo universo de despegarse de la política. Como muestra basta un botón: la narración unidimensional de los medios hegemónicos y de los historiadores e intelectuales tribunalicios, matizados de un neoliberalismo conservador salvaje, rindió frutos: la estigmatización de lo político. Ganancias extraordinarias. Casi casi como la soja.
Entonces, esa ovación se replica en varios casos que llaman la atención, pues son generalmente para periodistas que legitiman el relato kirchnerista. En ocasión de una marcha reciente organizada por 6,7,8 en el obelisco se registraron consignas de una iconoclastía futbolera y militante alarmante: el clásico “Maradoooo, Maradooo” se transformó en un “Baroooone, Baroooone” (Orlando, panelista de 6,7,8); o el multipartidario “U-ru-guayo!, U-ru-guayo!” que recibieron desde Alzamendi y Francescoli hasta el Turbo Vargas o Salgueiro, mutó a un “San-dra Russo”, “San-dra Russo” (panelista del citado programa y periodista de Página/12.
Quizás, muchos de los que convalidaban con sus pasionales cantitos futboleros a esos periodistas (que conforman el escuálido cuadro de colegas de tendencia kirchnerista, contrapuestos con el poder dominante del dispositivo hegemónico), no podrían sostener con la misma firmeza un halago de ese tono a un dirigente o a la reivindicación de la acción política como herramienta para la transformación de la realidad. ¿Por qué? Bueno, la respuesta a eso excede este análisis que, dicho sea de paso, ya se extendió demasiado en la digresión.
Víctor Hugo, entonces, lanzó una fuerte sentencia en relación al Fútbol para Todos. Lo calificó de una “maravilla de estos tiempos” y luego afirmó que también actúa como un generador de “proyecto de vida”.
Y lo justificó afirmando que la posibilidad de ver fútbol gratis, de acceder casi sin restricciones a lo que representa una buena parte de la cultura popular argentina, produce una “sensación de pertenencia”. Esa misma sensación que los menos beneficiados por el sistema no sintieron durante casi 20 años, cuando el fútbol quedó secuestrado por una empresa.
Ahora, muchos de esos tipos que apenas llegan a fin de mes y que no pueden organizar una salida al teatro o al cine, tienen la certeza de poder programar una tarde de fútbol en familia o entre amigos. Es decir, abrir su casa y ofrecer un “menú”, algo para hacer. Cuestión que muchas veces, a la vez que refuerza el sentido de pertenencia que le había sido expropiado por un grupo multimediático, potencia la cohesión familiar o los vínculos intestinos de diversos grupos sociales: cualquier club de barrio, con apenas poseer un televisor y una antena común, puede ofrecer a los vecinos la chance de ver fútbol sin pagar y comenzar a reactivar los hilos de sociabilidad que la la cultura neoliberal de la década de los 90 ayudó a atomizar.
Pero claro, aún con el argumento válido de “proyecto de vida”, siempre habrá algún amigo o compañero que esgrimirá el ultraconservador y miope “lo pagan con MI plata”.
El relator uruguayo ofreció un buen razonamiento. Simple. Pero efectivo. El Estado destina 600 millones de pesos para sostener la televisación del fútbol de Primera División. Si dividimos esa cantidad por el total de habitantes del país (según la medición del Indec, 40.518.732), decantaría en la friolera de 1 peso con 23 centavos por argentino para sostener el Fútbol para Todos. Un esfuerzo monumental, como se ve. Esfuerzo que, a juzgar por la insistencia de algunos sectores con aquello de “lo pagan con MI plata”, no están dispuestos a hacer. Total, seguro que muchos de los portadores de ese mensaje tenían codificado y al fútbol lo veían igual.
Además, Morales ofreció una vuelta de rosca más para el razonamiento. En vez de dividir los 600 millones de pesos entre todos los habitantes de la Argentina, los dividió por el número de contribuyentes, lo que arrojó la cuantiosa suma de 6 pesos por mes. Total con el que se pueden comprar 3 alfajores triple de primera marca, 3 pasajes en micro (acá en La Plata) o la revista Barcelona, caso en el que además nos sobraría 1 peso. Todo un dilema. Toda una encrucijada. To be or not to be. Braden o Perón. Queso y dulce o flan casero.
"La ganancia que le dejaba (a la empresa que manejaba la producción, televisación y distribución) el fútbol era tan excepcional porque ganaban en el robo directo a los clubes, ganaban en la mentira de decir que estaban asociados (los clubes y la televisión) y después apenas daban una suma fija, y ganaban en la herramienta que el fútbol significó para construir la posición dominante que ahora tienen. Construyeron un imperio gracias a la ganancia que dejaba el fútbol que habían conseguido por unas monedas. Eso lo usufructuaron y construyeron ese imperio de 250 canales, más los canales abiertos y los diarios llegaron a marcar la agenda del país. En estos momentos están muy sorprendidos, porque llegaron a decir que con 6 o 7 tapas volteaban a un ministro y con 10 a un presidente y llevan como mil tapas, mentirosas y sesgadas...Morales es claro: vivimos un momento de cambios de paradigmas comunicacionales y políticos.
El Fútbol Para Todos y, sobre todo, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual marcaron un salto de calidad en cuanto a legislación social y, además, un hito político.
El piso de la conciencia social, cultural, comunicacional se elevó notablemente.
La comunicación relacionada con el fenómeno fútbol, elemento central de la cultural popular argentina, viene de atravesar un momento deplorable: unidimensionalidad de la información y la opinión, espectacularización de los mensajes en detrimento de la calidad interpretativa, funcionalidad espuria entre los intereses de los otrora dueños del fútbol y los encargados de informar.
En este tiempo histórico, entonces, llegó la hora de la responsabilidad social de los ciudadanos de a pie y de los periodistas de cambiar los falsos paradigmas condicionaron el pasado. El principal es aquel que afirma que en estos tiempos posmodernos no existen los grandes relatos, cuando en realidad apenas si estamos saliendo del absolutismo caníbal del Noble Grupo.
1 comentario:
Veo que sos un reverendo lame ortos del gobierno, sos de esos K que lo siguen a muerte aunque le estén robando hasta lo ultimo de sus bolsillos. Pero bueno, hay pelotudos que no podes despertarlos de la fantasía a la realidad.
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