domingo, 7 de marzo de 2010

NALBANDIAN. LA CONCRECIÓN DE LA ENTELEQUIA BURGUESIA NACIONAL (EN LA PATRIA DEPORTIVA)


La materialización de una burguesía nacional desveló y lo sigue haciendo a los mejores pensadores e intérpretes del campo nacional y popular. Juan Perón postuló la realización de esa entelequia como uno de los fundamentos económicos para sostener el modelo de economía independiente y Justicia Social.


El lastre que significó la opresión de las condiciones estructurales de un país que parecía condenado interna y externamente (la unión entre la oligarquía terrateniente criolla y el poder económico colonial de Inglaterra) a la dependencia semi-colonial antes de la llegada de Perón al poder, y luego debido al yugo opresor del neoliberalismo digitado desde Washington que tuvo como intérpretes sobresalientes a Martínez de Hoz y Cavallo, hicieron imposible la realización empírica de aquella intención patriótica.



Bien sabido es que deporte y patria suelen ser mezclados para configurar un cambalache Discepoliano, pero en clave maquiavélica, que generalmente termina siendo funcional a intereses espurios: Hitler, Mussolini o Videla utilizaron el deporte para legitimarse y umbilicar los valores atávicos del deporte (competencia leal, confraternidad, virtuosismo, etc.) con la propaganda de sus respectivos regímenes. “Los argentinos somos derechos y humanos”, el gordo Muñoz y su clamor castrense por la radio y el propio Videla entregando la copa del mundo a Passarella, son instantáneas maquinales del Mundial 1978.

En Argentina, la construcción de identidad a través del deporte (especialmente con el fútbol) deviene en un paroxismo que es chauvinismo barato y patrioterismo (unión entre patotero y falso patriotismo). Difícilmente, el futuro de la patria se juegue en un partido de fútbol, en un match de tenis o en una disputa rugbística. En todo caso, parte del destino del país se jugará en la posibilidad de pagar, en tiempo y forma, la deuda externa heredada de gestiones paupérrimas con una mínima parte de las reservas acumuladas en el BCRA (como siempre se pago la deuda, ¡con reservas!) para propiciar el canje de la última parte de esa deuda con una quita no menor del 65%, tal como lo hizo la gestión de Néstor Kirchner para completar el no pago y la mayor quita de la historia mundial en 2005. De esa manera, se normalizarían totalmente las relaciones económicas y financieras con el resto del mundo (¿no es lo que pidieron siempre los Think tank liberales?). La pregunta que se impone es, entonces, ¿por qué tanta oposición? ¿Será el lobby cipayo de los acreedores que pretenden que se sigan acumulando reservas ociosamente para lograr un acuerdo más beneficioso para ellos y peor para el país luego de 2011?



Queda claro: la patria no es el fútbol ni el tenis, pero la patria deportiva existe y tiene definida su propia lógica intestina, su dinámica y su dialéctica.



Por eso cuando, apenas se había consumado su triunfo sobre el sueco Andreas Vinciguerra para definir la serie de octavos de final a favor de Argentina sobre los escandinavos, David Nalbandian advirtió que los argentinos “se queden tranquilos que siempre voy a dejar todo por la patria” ante la inusual propuesta del cronista de TyC Sports (la vieja treta de pedir “un mensaje para los argentinos” cuando se consuma un triunfo en el exterior para agregarle sentimentalismo barato parece demasiado anacrónico. Igual, no es para caerle encima a Juan Rinaldi, que dicho sea de paso no es de lo peor que presenta el canal que, cuando perdió el negociado del fútbol a manos del Estado, corrió desesperado, en un claro gesto “patriótico”, hacia la Embajada de EE.UU.) quedaron en evidencia varias cuestiones.

La primera es un preciso pase de facturas y también un llamado a la unidad a pesar de las diferencias: el unquillense sabe mejor que nadie que, para hacer tangible su obsesión de ganar la Davis, nadie como Juan Martín Del Potro es tan funcional a esa causa.

Lo segundo. Nalbandian representa, como nadie en la patria deportiva, esa entelequia llamada burguesía nacional. Por varias cuestiones.

De arranque, digamos que la riqueza (capital simbólico, talento y también dinero) de Nalbandian, al igual que la de la burguesía, no proviene de la disposición de privilegios de abolengo sino del aprovechamiento integral de su talento y capacidad, ayudada en su comienzo por un programa de la Asociación (¿el Estado?) que lo proveyó y lo impulsó al profesionalismo.

Después el cordobés se convirtió en un jugador de elite y devino en millonario, pero jamás negó su aporte para el fortalecimiento y crecimiento de un objetivo colectivo y superador, como lo es la Copa Davis (37 presencias entre 2002-10; 28 triunfos; 2 finales), tan cara y tan esquiva a los argentinos. Aquella sentencia también se puede cuantificar con sus presencias en el ATP porteño (7 presencias entre 2001-10; 14 triunfos y 6 derrotas; 1 título), un certamen que en verdad no está a la altura de su categoría. Con su presencia engalanó al torneo y acentuó la densidad de su relación con el público (al margen de las cuantiosas garantías que cobró para estar)

La presencia de Nalbandian en la serie ante Suecia no hace más que apoltronarlo en el Olimpo de leyendas del tenis nacional y, paradójicamente, también lo afirma en esta concepción más propia del llano como la personificación de la burguesía nacional deportiva.

David arriesgó bastante de su capital simbólico y también de su más importante capital fáctico (el físico), al ir a Suecia para jugar una serie que parecía iba a ser un suplicio por el potencial de rival (sobre todo por el nivel de Robin Soderling y por la superficie) y por las deserciones propias (afuera Delpo y Juan Mónaco, ambos por lesión), con apenas dos partidos jugados en 9 meses, en pleno proceso de regreso luego de la delicada operación de cadera y todavía no recuperado plenamente de una lesión. Tan maltrecho llegó el cordobés que la decisión de jugar el quinto punto se tomó 5 minutos antes del plazo fijado por el reglamento (amaneció con una molestia en un isquiotibial y en el entrenamiento previo sintió una contractura en el aductor).

Es decir que Nalbandian no se comportó como esa burguesía de carácter rentístico y especulativo, que ni innova ni arriesga ni invierte en pos del crecimiento nacional. David sí lo hizo porque fue a Suecia a apuntalar al proletariado: Leo Mayer (22 años, 2º participación en Davis, 73º del ranking, sin títulos ni finales), Horacio Zeballos (24 años, debut absoluto, 50º en el escalafón, sin títulos ni finales) y Eduardo Schwank (23 años, debut absoluto, ubicado 64º y sin títulos ni finales) fueron a evitar el papelón y a tratar de no quedar señalados para siempre como los hacedores de un fracaso rotundo. Sin capital y con escasas perspectivas, parecían destinados a ser deglutidos por el mercado liberal de la Davis.

Pero la llegada a último momento del líder los hizo creer, los revitalizó, los capitalizó y los encarriló en una senda de crecimiento para lograr un éxito para la patria deportiva. Ahora, Tito Vázquez (el representante de la ATT, o sea el Estado) tiene la certeza de contar con un líder que defiende el interés nacional y que solidificó y puso en la ruta del crecimiento al proletariado. Pavada de parábola.

Ni Nadales, Ni Federeristas. Nalbandianistas!

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