jueves, 3 de marzo de 2011

KARNAVAL


Desde las entrañas de la casa de la JPV, la liberación sale vomitada en forma de sinfonía. Es una sinfonía de de éxtasis y contestación, de festejo y crítica. Es una sinfonía popular que se desentrama en la dialéctica de la calle, los barrios y la militancia también.
Si en la década del 70 los desaparecieron; en los 80 no pudieron, no supieron, no quisieron y en los 90 fue una fiesta privada, ayer a la noche, en La Plata y en la casa de la Juventud Platense para la Victoria, el Karnaval se hizo carne en los cientos de pibes y pibas que fueron a festejar el inicio del Karnaval Para Todos, una iniciativa de la juventud kirchnerista de La Plata que pretende estar en sintonía con el decreto que firmó Cristina y que devuelve los lunes y martes de Carnaval: retomar y dotar de densidad y vigor a una parte de la cultura popular argentina que durante mucho tiempo se trató de ocultar o menospreciar.

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A esa altura, después de la clínica de bombo murguero que no sólo hizo bailar a todos sino que fue una síntesis revisionista de la historia del Carnaval, la calle 8 está semicortada. Los autos frenan en 61 y cavilan, meditan si intentar pasar por ahí donde las banderas se confunden con la copa de los árboles y los pibes bailan al compás de los bombos y trompetas. Pasan entonces lo autos: algunos se prenden, tocan bocina y siguen; otros aceleran algo enojados. Los autos pasan y los choris también. Desde el fondo de la casa van saliendo los chorizos emparedados y la cosa toma una textura peronista o kirchnerista; o peronista y kirchnerista; o peronista; o kirchnerista. Se sabe, cuando la historia se construye en tiempo real mientras se reconstruye un país todo se torna algo difuso y la fineza conceptual es una utopía.

Es martes de karnaval. Es acá en La Plata o a la vuelta de tu casa; en El Mondongo o Adrogué; en Corrientes o en Río Negro. Lo que hay es conciencia nacional y popular, ganas de recuperar tradiciones. Lo que hay es ganas de perderle el miedo al otro, esa otredad maniquea que nos enseñó Clarín. Por eso, las nenitas de no más de 5 años se cuelgan de la ventana-balcon del vecino para participar desde ahí y la vereda también se puebla de vecinos inquietos, catalizados por la imagen que devuelve el frente de esa casona antigua vestida, para la ocasión, con el atavio del Karnaval y encendida desde las entrañas por la pasión militante, la certeza popular y la alegría de sentirse protagonista de una época histórica que ve caer, uno a uno, viejos paradigmas opresores de lo popular y lo nacional.








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