domingo, 14 de febrero de 2010
CHARLAS DE VACACIONES: REDRADO, KIRCHNER, BRANDO Y EL CARACOL SOBRE LA NAVAJA
La cosa empezó con una señal inequívoca.
Local surfer (surfer: bermudas largas, musculosas amplias, gorras con onda; indumentaria cool para un verano cool) en pleno microcentro platense y un diálogo inequívoco, también: -¡Se lo pusimos más dura eh! desenfundó, con confianza, el dueño del local; un jóven de no más de 35 años, vestido (con la impronta del local, claro) y looqueado (platinado furioso en esa cresta punk) para aparentar algo menos. Para ser cool.
-¡Seeee! Les va a costar quedarse con estos 6 mil millones, respondió el interlocutor-cliente en la misma jerga y con el mismo trato amistoso como quien se encuentra entre cofrades, aunque este ya peinara canas y estuviera acompañando a su hijo de unos 10 años.
El coloquio conservador es de los primeros días de enero. Allá lejos y hace tiempo (se sabe, la política argentina debiera encontrar una unidad de tiempo que sintetice su disparatada y vertiginosa dinámica) cuando el Golden Boy Redrado iniciaba su motín en el Banco Central apoyado por el dispositivo mediático y por esa parte de la Oposición obstinada en obstruir.
En ese marco, el bombardeo hegemónico de los mass media había sacudido a la clase media, que en gran proporción repetía (repite) maquinalmente los dogmas de la economía ortodoxa: que las Reservas (¡que buen punto! Porque fue Gerardo Morales quien encabezó la defensa republicana de las Reservas ante el intento troskoleninista –digresión: gracias, Abel Posse, por tu salvajismo retórico. Desenmascaraste a varios- de derroche, cuando en realidad este boina blanca fue uno de los responsables, como ministro de desarrollo de De la Rúa, de expoliar el Banco Central y dejarlo con anémicos 8 mil millones de dólares, cuando en la actualidad ese monto llega a los 48 mil millones); que la independencia y la Carta Orgánica del Banco Central (tics de la doctrina liberal ideada por los think tank del Consenso de Washington, aplicados en Argentina por Domingo Felipe I para articular la convertibilidad que enamoró a la tilingueria de clase media en los 90’ pero que derivó en el desastre económico-político-social de fines de 2001); que los arrebatos totalitarios de Gargamel K y la Yegua Montonera, que…
En ese contexto el tipo, que había ido a comprar una malla porque esa misma noche se iba de vacaciones, se chocó de frente con esos diálogos que detesta porque no se puede meter de arrebato; que ama porque desnudan la fragilidad de la retórica reaccionaria; pero que se convierten, con asiduidad, en un clonazepán que lo oprime: esas charlitas superficiales y someras, replicadas por millones, son la muestra irrefutable del triunfo de la historia oficial, del éxito del modelo liberal, de la imposición de los dogmas del poder mediático concentrado.
El tipo, entonces, que estaba como endemoniado porque ya sentía la brisa del mar y la sal en el cuerpo, se la fumó sin decir nada y se fue, auto - consolándose y parafraseando no se a quien: deben ser clase media, deben ser.
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La fragilidad del descanso en el “coche cama”, que con tanto esfuerzo el tipo había conciliado, se vio sacudido por carcajadas multitudinarias, irreales para el contexto. Aun somnoliento, reconoció que lo que oía era un CD de algún cómico que hacía humor político –perdón Tato Bores-. Enseguida, las parodias de Kirchner y de Cristina, y las risas del parlante que se replicaban en los pasajeros, que disfrutaban con esas caricaturas sonoras que definían a un Kirchner totalitario y a una Cristina hueca, apenas preocupada por su ropa. La ¿curioso? es que cuando llegó el turno de Macri o de Carrió, ni el humor era hiriente ni los pasajeros parecían disfrutar tanto con las parodias.
Aún aletargado, el tipo no podía dejar de prestarle atención a la risotada profunda –cuando se caricaturizaba al ex Presidente o a la Presidenta- de uno de los tripulantes. Lo disfrutaba, por eso eligió y lo quería compartir con su pasaje.
Todavía adormecido, el tipo se convenció que ahí, en ese marco, no había discusión posible. Todavía no había llegado al mar, pero las vacaciones ya le regalaban un segundo episodio.
buscó consuelo y pensó “deben ser clase media, deben ser”.
Ahora sí, ya en el destino elegido, el tipo se puso la malla flamante y se fue para la playa, dispuesto a distenderse. Sin embargo, ni siquiera había desplegado la reposera cuando un pariente político pasa por su lado, le tira un librito en su lona y le bate un lapidario “si lees esto, te tenés que ir del país”. Era un libro de Morales Solá, que es una recopilación de sus columnas publicadas en La Nación dese la asunción de Kirchner hasta 2008, escritas en esa clave que mezcla gorilismo con conciencia de clase.
Como cachetada de loco, el tipo se morfaba el tercer cachetazo cuando las vacaciones todavía estaban en pañales y ya no le sirvió el consuelo de las veces anteriores.
Además, las escenitas copadas por berrinches de base argumental liberal superficial y clichés y berretines derechosos y/o gorilones, se repitieron algunas veces con diferentes actores.
Claro, al tipo no le cerraban las cuentas. Las noticias y su percepción fáctica devolvían un verano atestado de turistas que generaban un consumo récord. Además, ninguno de sus interlocutores podía hacer un paralelo entre la honda preocupación y la apreciación de un país en llamas y sus conductas típicamente signadas por un poder adquisitivo nada despreciable. Es decir, no existía (existe) un hilo conductor entre esa queja-desprecio y un estado de situación que parece lejano de alguna crisis social o económica.
No tenía forma, el tipo, de lograr en esos debates que sus interlocutores unieran, aunque sea en algún punto, el relativo estado de bienestar de esa clase media que representan con el modelo político que encarna Cristina Fernández de Kirchner. Tampoco le resultaba fácil umbilicar algunas de las puntas de lanza de la retórica más reaccionaria con la funcionalidad que esas políticas derechosas-liberales podrían reportarles. La historia es pródiga es ejemplos y apenas un revisionismo lineal y superficial decanta en ejemplos funestos para la clase media: el fantasmagórico 1 a 1 que catalizó a esa franja derivó en un desastre económico que la ortodoxia económica pretendió remediar con ajustes en los sueldos, jubilaciones, gasto público etc. El resultado: corrida bancaria, corralito, helicóptero, catástrofe, cuasi-monedas, default. El año pasado, en el contexto de una crisis mundial casi sin precedentes, este gobierno manifestó políticas económicas-monetarias-financieras opuestas a las estipuladas por la ortodoxia republicanista. ¿Habrán veraneado mejor en 2001 que en 2010? ¿Sabrán que las recetas mágicas y cortoplacistas que en carácter sacrosanto reclaman desde la TV y la tapa de los diarios son las que hundieron al país?
“He visto un caracol deslizarse por el filo de una navaja. Ese es mi sueño, Esa es mi pesadilla. Arrastrarme, deslizarme por todo el filo de una navaja... afilada... y sobrevivir”.
En Apocalipsis Now, Marlon Brando es el Coronel Kurtz, la personificación del quebranto del pensamiento occidental.
Aquella construcción casi mística le corresponde a Kurtz (escribas ultraconservadores adoradores del primer centenario, aquí podría aparecer un nuevo capítulo de aquel silogismo político-actoral que mezclaba a Bela Lugosi – Juan Perón – Drácula; ahora tienen a Brando – Kirchner – Kurtz) y también podría corresponderle a las formas del kirchnerismo.
El modelo kirchnerista también representa un quebranto con algunos ejes medulares del status quo(para que no queden dudas: algunos, apenas) que intenta preservar la dependencia y la pequeñez del país. Por eso, y por su forma de entender la real politik, el estilo K parece caminar siempre por el filo de una navaja afilada (los DNU de creación el Fondo del Bicentenario y el de la remoción de Redrado -la forma, no el fondo de la cuestión- parecen acentuar aquella impresión) y, por ahora, siempre sobrevive.
Sin embargo, ¿cuántos de los que vieron Apocalipsis Now asumieron que Kurtz era el héroe y tenía razón? Mejor aun: ¿por qué, finalmente, Kurtz es asesinado?
Publicado en la edición impresa del diario Diagonales el 14/2/2010 (http://www.diariodiagonales.com/)
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