Con reminiscencias de bandas antológicas (Peligrosos Gorriones, por caso), El Mató es la nave insignia de un movimiento que pone a La Plata como epicentro del indie, o "space-rock criollo" como dijo la Rolling Stone. Hay mucha energía ahí.
El recital de anoche fue una muestra: Dinastía Scorpio (el último disco) vertebró un recorrido potente, a tiempo y armonioso que incluyó, por ejemplo, hits "clásicos" de El Mató como Chica rutera, Amigo piedra, Mi próximo movimiento o Día de los muertos. Todo en un ámbito de intensa conexión del escenario con la gente mientras la lluvia, la nieve, el mar, o un oso polar te explotan en la retina. La pantalla gigante devuelve imágenes de una belleza alineada con esas guitarras y esas melodías.
Aunque Santiago no derrocha verborragia ("Todo bien?", "GraciasGracias" "La están pasando bien?", "Vamos a tocar mucho") destila una energía subterránea. El rictus, las muecas y los gestos medidos, como controlados de la primera voz, realzan la cohesión de una banda que te corre todo el tiempo, a caballo del amor, la belleza y una guitarras afiladas: esa simbiosis se estira hasta el público.
Por eso las Mujeres bellas y fuertes se entregan: brazos en alto, los dedos índices señalando el techo o el cielo, las cabezas de un lado al otro con esa sensualidad propia de las rockeras; el ámbito perfumado por WhiteWidows atraviesa parejas que acompasan su energía con las letras de las canciones; hay pequeños grupos, de 4 o 5 pibes que van dándole forma a pequeños rituales: "Yony, dónde estás/te extrañamos"; los celulares o las tablets se multiplican mientras se acerca el cierre; un grupo de chicas en fila india atraviesa el campo a los saltos en dirección del epicentro: allá al lado del escenario, el pogo es contínuo y heterogéneo. Los pibes no pararon en los 90 minutos de toque.
"Ahora somos nuevos creadores de rocanrol/
tranquilos, todo va a estar más o menos bien/
Más o menos bien"
Modificado por Joombly
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