miércoles, 4 de noviembre de 2009

Carrió y su carta; Dulcinea del Toboso,la carta de Don Quijote y las ficciones mal ficcionadas y la realidad manipulada.


La Pitonisa Carrió mandó una carta a embajadas de países europeos y americanos en las que advierte, en su habitual clave desvaríodivino-tergiversacióndelarealidad-pedopontificial, sobre el peligro aberrante que amenaza a la República: la violencia que subyace en la sociedad, pergreñada, fogoneada y estructurada por el ex presidente Gargamel Kirchner, es una sombra que oscurece el futuro y que, según las predicciones trasnochadas de la chaqueña, sumirá al país en la oscuridad más oscura a partir de diciembre, más puntualmente minutos antes de la asunción en el Parlamento de los Guardianes de la Democracia, la República, la Pluralidad, las buenas formas y la gente bien.
Lejos del realismo fantástico del genial García Márquez, la misiva de la autopretendida víctima sacrificial mártir de la Patria (los victimarios serían las organizaciones sociales, Gárgamel K, los nietos e hijos y Abuelas y Madres que buscan la verdad y su identidad, la ANSES por permitir que jodan "con la plata de los jubilados", la Coalición para una Radiodifusión Democrática por crear los maquiavélicos 21 Puntos que estructuraron la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, los pobres analfabetos creados por el "Peronismo de Perón" que hoy forman las hordas armadas K -especialmente, la tupamara Milagro Sala) es una burda demostración de la intentona  conjunta del partido mediático y la atomizada e inoperante oposición, liderada por la platinada de los diálogos recurrentes con el Señor (¿?¿?¿): instalar un clima de crispación, distorsionar la realidad con tretas anacrónicas que pretenden generar una sensación de quilombo apocalíptico.
Inverosímil. Ramplón. Obsoleto.
Lejos de García Márquez y cerquita de Joaquín Morales S(G)olpeá, Carrió quedó entonces pegadita a otro grosso de todos los tiempos: Miguel de Cervantes y su Don Quijote.
Es que la Pitonisa tiene varios puntos en común con Dulcinea del Toboso, el supuesto amor del hidalgo Quijote. El personaje de Cervantes se hacía llamar Dulcinea del Toboso (en realidad se llamaba Aldonza Lorenzo), se creía princesa (era hija de aldeanos), se imaginaba joven y hermosa (tenía cuarenta años y la cara picada de viruelas).
Por su parte, la chaqueña se auto-proclama una víctima sacrificial de la Patria: su cuerpo, sería la almáciga de las ideas republicanas que salvaguardarían el linaje virtuoso de la Nación, y lo pone como escudo protector de la almas iluminadas; sin embargo, no es más que que una Gorilona delirante sin escrúpulos que solía ser "progre" y su pendular movimiento político la terminó colocando a la derecha de Clarín. Carrió se cree una enviada de Dios que obra en ella (o también en algunos de sus circunstanciales aliados: Cobos fue digno de su perorata pontificial antes de pasar a ser un enemigo íntimo -aunque sólo por ahora, con la Platinada nunca se sabe-); sin embargo, es apenas una desesperada y eterna derrotada política en trance delirium tremens. Se imagina presidente, pero en la últimas elecciones entró por la ventana al Congreso, porque su delfín Pratt Gay apenas arañó un tercer lugar.
Sin embargo, hay más coincidencias para este boletín: Dulcinea recibía cartas de Don Quijote, y lo esperaba eternamente en la ventana, con la mirada perdida en el horizonte. Carrió parece que ahora también entró en la onda apistolar: envió sus misivas a las embajadas más influyentes y espera, tintura en la mesa y crucifijo en la mano, una respuesta que alivie su vegetación política (al margen de su flamígera verba).
Una más:  Dulcinea no existe, es una creación de Quijote sobre una campesina vulgar, fea y hombruna que toma vuelo en la fulminante imaginación del Quijote. Carrió, sin embargo, es real. Sin dudas. Su voluptuosa humanidad, sus petardos verbales y sus recurrentes apariciones en los set televisivos corporativos así lo ratifican. Pero, a la vez, su capacidad de autodestruccción, su impotencia política, su desesperación beligerante y su inescrupulosidad democrática la llevan a configurar ficciones alocadas, a tergiversar maliciosamente realidades palpables, a conspirar con pujanza, a confabular compulsivamente, a ficcionar. A guionar los deseos de las corporaciones y los poderes fácticos. A imaginar un país "bien". A mentir.

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